A Gladys y todos los seres queridos en el infinitos
En abril pasado visité el evento Expo Arte en la Plaza de Salinas. Una novel actividad cultural realizada en el terruño salinense.
La Plaza Delicias se convirtió en una colorida galería de arte. Bajo las carpas se ofrecieron talleres, conferencias, sorteos y música en vivo.
Disfruté agradablemente de las obras expuestas por artistas salinenses y de la región. Una variedad de géneros artísticos estaban representados, por ejemplo, serigrafías, pinturas al óleo, dibujos, tallas en madera, esculturas, entre otros. Durante todo el día cientos de personas visitaron la exposición.
En lo que respecta a la música, disfruté de las interpretaciones de cantantes como Luis Román, apodado Lebrón y Darío Padilla, (Felipito la voz del ídolo) quien cantaba con emoción los éxitos de Felipe Rodríguez. La música me recordó al amigo José E. Jiménez, Wampo.
Durante el evento adquirí un pequeño cuadro con una estampa de la antigua campiña borinqueña, obra del artista Eric O. Zayas y que para propósitos de este artículo me autorizó reproducir digitalmente.
En la obra se observan dos casas de madera sobre zocos, igual a las que tradicionalmente se construía en aquellos tiempos. Frente a la casa de la izquierda figura un huerto casero con plantas de recao, tomates y ajíes. No falta el típico árbol de flamboyán, la letrina y la flora usual de los campos.
Frente a las casas posan cuatro niños varones, los cuales sostiene juguetes típicos. Entre ellos el tradicional carrito con ruedas metálicas. Este se fabricaba con palos de escobas, cabuya y potes de lata. Las ruedas se elaboraban con latas de jamón picao. Los guardalodos y faroles se hacían con potes de salsa de tomate. A los potes de salsa que simulaban faroles se le eliminaba una de las tapas mientras que a la otra se le hacían múltiples agujeros con un clavo para que la luz se proyectara. Como fuente de luz se utilizaba los sobrantes de las velas, que por no existir energía eléctrica, se usaban para alumbrar durante la noche.
La bocina o claxon se fabricaba también con potes de salsa de tomate abiertos al frente con un solo agujero en el centro de la tapa del fondo. Para producir sonido se la pasaba un clavo de hierro amarrado con una goma elástica para que volviera a su lugar de origen. Cuando se halaba el clavo emitía un sonido ronco al raspar la lata del pote (“gugu, gugu, gugu”). La cabuya se utilizaba para sincronizar la tabla que servía de guía y la que sostenía las ruedas de forma que se pudieran realizar los virajes.
El caballito que sostiene uno de los niños se fabricaba utilizando un palo de escoba o de guayaba y una cabeza fabricada con madera, tela o cartón, o simplemente era imaginaria. Las bridas eran de cabuya o tiras de tela. El galope se reproducía con los tenis las botas sundial o a pies pelao, es decir a cachaza pura. No había palo de escoba que se salvara cuando de jugar a montar caballo se trataba. Para recrear estos recuerdos le recomiendo que escuchen la canción Caballito de palo del compositor dominicano Cheo Sorrillo, es una historia muy sentimental.
Los trompos, recibía nombres diversos, según sus formas y destrezas: los trotones, las vacas, los gallitos, los seditas, los sonoros. A estos últimos se le taladraba el tope y los lados y cuando se bailaban daban un concierto tal cual una sinfónica de viento.
En los juegos con los trompos se utilizaban una gama de palabras y frases tradicionales entre las que recuerdo: enyerbaste, encabuya, media cabuya, tropón, recógelo en las uñas, cachada, te salió batata, el nébere que nunca enyerba, golpe de playa, aplanta que te lo voy a partir, jugar a la olla y el famoso encabuya y vuelve y tira.
Las horquetas o jorquetas para las hondas se preparaban con madera de los árboles de guayacán, flamboyán y roble. Las de robles eran las favoritas por su perfecta simetría. Las bandas elástica que impulsaban el tiro se confeccionaban con los tubos para inflar que antes llevaban las llantas de los automóviles. Las mejores bandas eran las rojas, llamadas también recias. En la badana se colocaba la piedra que se utilizaba de proyectil. La badana la hacíamos con las lenguetas de zapatos desechados. Aún conservo una honda con la jorqueta de roble. La badana y las bandas están casi fosilizadas. Tenía mala puntería en la caza. Nunca logré cazar un ave, de lo que me alegro en la actualidad.
©Félix M. Ortiz Vizcarrondo
Tengo varias fuentes de informacion que coinciden en que el juego de bailar trompo al principio era de una temporada en especifico, la semana santa. Luego con el tiempo es que se extiende a toda epoca del año. ?Podria alguien abundar sobre este particular? Felix, como siempre he dicho, eres una de las mentes privilegiadas con las que contamos. Gracias por traernos tan bellos recuerdos de nuestra niñez…
SALUDOS MI GENTE.BONITOS RECUERDOS FELIX.EN MI BARRIADA CARMEN ESTABA COCO MI AMIGO DE LA INFANCIA,HERMANO DE BETITA Y MANIN QUE NO HABIA QUIEN LE GANARA HACIENDO CHIRINGAS Y CAPUCHINOS.FRENTE A MI CASA VIVIA JULIO EL HIJO DE DOÑA SALU QUE TIENE EL RECORD DE ROMPER 350 TROMPOS DE ESOS GRANDES QUE LE LLAMABAMOS VACA Y NUNCA LE ROMPIERON UNO.SIEMPRE RECORDAMOS A MUNDI,SANTOS PICHON Y A SOSA. BONITO…..DESDE CHICAGO, RAUL DIAZ SUAREZ “EL INDIO DE LA CARMEN”.
Los juegos de trompo, los de Yoyo, volar chiringas, entre otros son juegos de temporada. Por una magia del mercado de pronto toda la muchachería salía en bandadas cargando con los aparejos del juego de moda. Unas veces unos patines, otras las chiringas, los carritos de palos de escobas, las hondas o los trompos.
Pero en navidades nos apertrechábamos de maracas, güiros, palitos, panderetas, latas y tambores y antes de que sonara la sirena del toque de queda para menores salíamos a jugar a las trullas. En una de esas ocasiones mi hermano Koko terminó tocando su guitarra de juguete en el Cuartel de la Policía. Los trulleros pasaron por alto la sirena y en un descuido terminaron encerrados en la perrera.
Algunas veces, los adultos daban gustoso el aguinaldo y nos trataban bien. Otras veces, nos maltrataban, tirándonos una lluvia dorada. Claro, en aquella época no existían los delitos contra menores, ante la amenaza inminente de un residente no había otra alternativa que salir juyendo. Igualito que cuando divisábamos las luces parpadeantes de la policíaca perrera.
Textos vivenciales como este de Félix nos permiten proyectarnos desde el pasado a las situaciones prevalecientes entre nuestra población infantil bombardeada por un mercado de juguetes de formas, colores y funciones inimaginables para nosotros.
Gracias Félix; que nostalgia tan grande tengo! Esas canciones que escuche mientras me refrescaba con alguna bebida fueron momentos inolvidables. Ese es el Salinas que quiero otra vez (que ilusa soy, verdad? Pero como la imaginación, el soñar,ni el pensamiento ocupan espacio, sigo con mis añoranzas. El Mayas,El Patio y El Escambrón eran mis lugares preferidos. Otra vez GRACIAS Félix!
Gracias Félix por el escrito. Mucho trompo que jugué en la calle de la playa en casa de don Anglada. Muchas hondas que hice en el patio de Margó. Me acuerda a los carritos con ruedas de latas de salchichas que aprendí a hacer con Pelacho, mi vecino del frente de la casa de abuela que todavía está en pié.
Muchos abrazos, hermnano.
En Talas Viejas Sauco era imbatible.
Muy bueno, amigo Felix.
Un abrazo.
Gracias por tan gratos recuerdos. He disfrutado mucho de este escrito. En el malecón había mucho tramposo y los juegos de trompo siempre terminaban a las trompadas.