En noviembre visité Paris. Muy entusiasmada redacté una agenda para ver la casa museo Monet y Los parques Elíseos entre tantas otras atracciones que distinguen y hacen de Paris una ciudad singular.
Visitar Paris durante esta época fue muy mala idea, primero porque muchas de estas atracciones permanecen cerradas durante los meses de invierno. Pude ver La Torre Eiffel, El Sena y andar por el Boulevard Montmartre, donde están ubicados los grandes museos y la gran Casa de la Opera. De pasada vi las efigies de Napoleón Bonaparte y Charles de Gaulle.
Día 1
―Merci, madame, dijo la recepcionista del metro y con su sonrisa me invitó a intentarlo.
―Merci, contesté tratando de imitar su acento francés.
―Parle vu français? Preguntó, quizás dándose cuenta que a duras penas pude contestar su saludo.
―No, ¿y usted habla Español?, le dije.
―Poquito, dijo indicando con los dedos índice sobre pulgar dejando apenas una abertura tan fina como el filo de un pedazo de papel.
― ¿Para llegar a la Torre Eiffel? Pregunté y la mención de la torre fue indicio de que por lo menos yo sabía para donde iba.
―Metro 9 e Trocadéro stationne, indicó señalando la vía del metro por la que debía entrar.
Al llegar a la estación y salir a la calle una lluvia torrencial me dio la bienvenida y se lanzó sobre nosotros una multitud de vendedores queriendo atropellarnos. Salimos, mi hijo y yo, casi corriendo del lugar.
Día 2
―Merci, madame
― ¿Español?
―No madame, contestó y se alejó para traer consigo a una joven.
― ¿En qué podemos servirle? dijo sonriendo la joven.
―Con que se quede aquí y me hable español un rato ya me ha servido, le dije.
La chica se rio y me brindó un menú en español.
Día 3
―Merci madame, me saludaron dos jóvenes.
―No hablo francés, contesté lo más amable que pude.
― ¡Habla español! ¡Por fin! Llevamos tres horas pérdidas en Paris buscando el hotel
― ¿De dónde son?
—Argentina. ¿y vos?
—Puerto Rico
— ¡Cuán difícil se hace pasear por los bulevares de Paris sin hablar su idioma! ¿Verdad?
— ¿Me lo dice o me lo pregunta? Llevo nueve días comiendo pizza en un restaurante italiano en Paris.
Demás está decirles que no viviría en Paris aunque me pagaran todos los gastos por lo que me resta de vida. La lluvia, el frio y la suciedad me hastiaron a tal grado que estaba loca por salir de Paris. El resto de mis vacaciones las pasé en el hotel y sus alrededores.
Salir de Paris fue fácil, aunque largo y penoso el viaje, fue al llegar de vuelta a los Estados Unidos que me sentí extranjera. La aduana, me separó del resto de la población y me estuvieron interrogando hasta que una supervisora (enviada del cielo) me reconoció porque trabajamos juntas en el pasado, le indicó al agente que me dejara pasar. ¿Acaso parezco terrorista?
Si conociera el lenguaje me hubiese regresado a Paris.
De vuelta a casa me entero de la segunda causa por la que fue una mala idea visitar Paris en esta época: Me notificaron que, debido a mi trabajo, aparezco en el sistema que manejan las aduanas señalada como persona bajo investigación del FBI. Una investigación de seguridad que se les hace a los empleados cada diez años.
¿Por qué diantres no le indican a la aduana que no es porque sea una criminal que estoy bajo investigación?
¡Ahora entiendo porque los franceses no soportan a los anglosajones!
©María del C. Guzmán
El anglosajon proviene del ingles antiguo. Los padres de la patria, como se les denomina a los invasores de America del norte, tenian sangre inglesa de acuerdo con la Historia de los EEUU.
En vez de ingleses debe decir anglosajones, para referirse a la rivalidad tradicional entre ambos grupos étnicos.
Pero ¿qué tienen que ver los ingleses con la aduana de EE.UU.?
Esta corta crónica de un viaje a Paris demuestra que no siempre se logran los objetivos deseados por más planificado que tengamos nuestras intenciones.
¿Cada diez años? Lo dudo, pienso que esos es constante y silente. De las personas objetivos saben todo lo que diariamente hacen, dicen, escriben y hasta piensan. Todos esos sistemas son de “check point” para asegurarse donde se movilizan. Lo importantes es dejarlos hacer su trabajo, aunque cause a veces incomodidad. Pero sobre todo que no cunda el pánico ni permitirse el lujo de desarrollar delirio de persecución. En realidad estas actidudes de las agencias de seguridad pueden explicarse con una palabra, desconfianza, y con una frase: “Teme por que otros no te hagan a ti lo mismo que tu le haces a ellos”