Nuestro retrato colonial

Por Enrique Vázquez Quintana

En 1957, Albert Memmi escribió “El Retrato del Colonizado”, mientras ocurría el proceso de descolonización en África del Norte. Tunisia, su país de origen, y Algeria se independizaron de Francia. El autor tenía un conflicto de identidad terrible: era judío, tunisio y francés. Su libro, “El Retrato del Colonizado”, ha resultado ser un clásico al describir muy acertadamente la relación entre el país colonizador y el país colonizado. Sus observaciones se aplican a toda relación colonial, no importa cuál sea el colonizador o el colonizado. Da lo mismo que el colonizador sea Inglaterra, Francia, España, Holanda o Estados Unidos. La actitud del colonizador con respecto al colonizado tiene unas características que se reproducen en cualquier lugar del mundo donde ocurra el colonialismo.

La cultura del colonizador permea en toda la colonia: al igual que los días festivos, las comunicaciones y la bandera ondeando en los monumentos públicos. Hay tres elementos que tipifican al colonizador -la ganancia, el privilegio y la usurpación. Para el colonizador, la colonia es el lugar donde se gana mucho y se invierte poco. En la metrópoli, el colonizado es considerado como un mediocre aunque sea intelectualmente superior a la mayoría de los colonizadores. En la colonia, el colonizador tiene privilegios y un nivel de vida superior al del colonizado. El colonizador comprende que sus privilegios son ilegítimos; por tanto, es un usurpador. Además, se siente superior, resalta su cultura para impresionar al colonizado.

Algunos colonizados rechazan su propia cultura a favor de la del colonizador. El colonizador está dispuesto a reescribir la historia y extinguir las memorias del colonizado, todo para legitimar su usurpación. El colonizado es removido de la historia; a los hijos del colonizado no se les enseña su propia historia, sino la del colonizador. Se crea un vacío en el sistema educativo del colonizado. El colonizado está confundido y divorciado de la realidad. Por el racismo, en la colonia la gente y sus costumbres son siempre consideradas inferiores a las del colonizador. Todos los historiadores del colonialismo nos revelan que el motivo económico es el factor primordial en la relación entre el colonizador y el colonizado. El colonizado se reproduce más rápidamente que el colonizador, el desempleo siempre es más alto en la colonia que en la metrópoli.

La religión es en ocasiones utilizada para acelerar la asimilación del colonizado. Por otro lado, la ambición del colonizado es convertirse en igual al modelo “espléndido” del colonizador -parecerse a él hasta el punto de desaparecer dentro de él. Sin embargo, para ser asimilado, no sólo es necesario separarse de un grupo, sino que hay que entrar en otro; y es allí donde el colonizado encuentra el rechazo del colonizador. El colonizado desea la asimilación y es el colonizador quien lo rechazará. Estados Unidos no sabe qué hacer con Puerto Rico luego del embrollo que ellos han causado en la Isla al tomarnos como botín de guerra y después darnos la ciudadanía americana. Como resultado de la colonización, el colonizado prácticamente nunca experimenta su nacionalidad y ciudadanía.

Si analizamos nuestros más de 500 años de historia bajo los gobiernos español y norteamericano vemos nuestro retrato colonial. Bajo ambos regímenes se nos ha considerado como inferiores, ignorantes, dóciles, vagos y cobardes. Jean Paul Sartre, el existencialista francés, autor del prólogo del libro de Memmi, indica que el colonizador nunca le dará equidad política al colonizado pues si tuvieran derecho a votar, su superioridad numérica haría estallar (would shatter) el sistema político del colonizador. Cuando leí este prólogo, comprendí que esa es la razón principal por la cual Puerto Rico nunca será aceptado como estado. El poder político de Puerto Rico, sembrado en el Caribe, con otro idioma, con cultura y tradiciones diferentes a las del anglosajón sería extraordinario en el Congreso norteamericano. Nosotros debemos ir hacia atrás en la historia, encontrar nuestra identidad, salirnos de las tres tribus, romper las cadenas y entonces lanzarnos con fuerza y pasión reclamando nuestra soberanía.

Enrique Vázquez Quintana, el autor es candidato a gobernador por el Movimiento Unión Soberanista