¡No pasa Nada!

Por: Astrid A. Morales, MS, CCC. PhD Consultora en Desarrollo Organizacional y facilitadora de procesos de desarrollo comunitario

“En Aguirre no pasa nada”.

Esas fueron las palabras que utilizaron los jóvenes del Barrio Aguirre en el municipio de Salinas para describir a su comunidad. Estas palabras calaron hondo y me estremecieron (y aún lo hacen al recordarlas). También son palabras que evidencian la realidad de un barrio, hoy lleno de historia y marcado por los contrastes.

Al profundizar sobre ellas, nos percatamos que son palabras contradictorias y dolorosas, al recordar que Aguirre fue la única comunidad autosostenible en la Isla durante el siglo XX; era un pequeño país dentro de un mayor país. Fue un modelo de producción y eje central de la acción azucarara en la Isla, es un barrio con una extensa y variada historia. Ya sea como generador de energía eléctrica, como emporio azucarero o como factoría natural de sal, siempre ejerció un papel dominante en la economía regional y nacional.

Pero la historia hoy es otra… Al recorrer sus calles, es evidente el abandono y deterioro de sus espacios físicos y de las edificaciones que encierran historias y legado en sus paredes pero que hoy son colonizadas por diversas instrumentalidades gubernamentales, con grandes rótulos que delimitan a quien pertenecen. Manteniéndolos clausurados y fuera del alcance de sus residentes, repartiéndose así, el patrimonio que sólo le pertenece a los miembros de su comunidad y determinando “planes de desarrollo” que no integran sus visiones o voces.

Recorrer Aguirre es sentir que los edificios gritan en desespero por ser, al menos, escuchados.

 

Como si fuera poco, las voces de los jóvenes que viven en Aguirre narran otra historia. Una que no muchos quieren escuchar. Cuentan cómo están cansados de vivir encerados viendo televisión, de la preocupación que les causa el ocio, la apatía, el abandono y los males sociales que se apoderen de sus calles. Les preocupa el ejemplo que los adultos le proveen a los más chicos y quieren ocuparse de la construcción de un mejor futuro. Les perturba las pocas posibilidades y las creencias limitantes y de conformismo que se han perpetuado en su comunidad.

Conscientes de su problema social, quieren rescatar sus espacios, reclaman oportunidades y espacios de recreación y desarrollo para ellos. Levantando su voz en medio de un taller que tuve el honor de facilitar, definieron lo que anhelan para su comunidad. Anhelos que van desde una academia de deportes y artes, hasta pistas, veredas, y mayor presencia policial.

Al analizar estos sueños y anhelos inmediatamente me doy cuenta cómo contrastan con “esos planes de desarrollo” que actualmente se proponer para Aguirre. Es así como entre la dicotomía y lo contradictorio entre la gente de comunidad y los planes del gobierno, me pregunto: ¿por qué tanta miopía y ceguera selectiva? ¿Por qué este afán de hablar en vez de dejar hablar a las comunidades? ¿Por qué esta agenda de hacer y cargar en vez de apoderar? ¿Por qué esta estrategia de proveer “delivery” de soluciones que no atienden los desafíos que enfrenta la comunidad?

Y me pregunto ¿cuándo aprenderemos a soltar los discursos magistrales y saberes absolutos? ¿Cuándo dejaremos de imponer las agendas cargadas de intereses individuales? y ¿Cuándo comenzaremos a simplemente conectar con la gente, sus ideas, sentimientos y vivencias? Es decir, que realmente nos esforcemos por generar una curiosidad genuina, por entender los problemas, necesidades y sentimientos. Cuándo comenzaremos a valorar lo mágico de “tirar puentes” para entender cómo cada persona construye su realidad y, desde ahí, dejar que la conversación sea la energía que genera el diálogo para construir posibilidades, acciones y planes de desarrollo comunitario sostenibles.

Es momento de entender que los procesos de transformación no se dan por una voluntad aislada, por un experto; se trata de una transformación que surge de innumerables conexiones, aspiraciones y sueños, que para mí fueron evidentes en cada una de las sonrisas y abrazos de cada uno de los niños; así como en las palabras, propuestas y reflexiones de los jóvenes de la comunidad Aguirre.

Mis conversaciones con los jóvenes fue un proceso de intercambio mutuo a través del que generamos un espacio compartido para invitarnos a soñar… para dejarnos seducir por estos sueños que apalabramos juntos y así darnos el permiso de vernos como actores y catalizadores del proceso a favor del desarrollo y oportunidades para su barrio; Permitiéndonos transformar y dejarnos tocar por la posibilidad de que es posible el Aguirre que soñamos y que poseemos lo necesario para alcanzarlo.

Al recordar el vaivén de nuestras conversaciones, reconozco que estos son jóvenes líderes llenos de chispa, irreverencia, osadía, energía y compromiso social. Que son Que son jóvenes que le hacen frente a la sed de apoderarse de sus calles, de su barrio y de su historia para dar una nueva y vibrante voz a su comunidad. Una voz que honre el legado y la aportación que en su tiempo Aguirre hizo a nuestro País y que manifieste el potencial que tiene la comunidad hoy para construir su futuro forjando un presente de oportunidades y dignidad.

Hoy Aguirre y estos jóvenes esperan por un nuevo destino que valide y optimice sus atributos.