a Julia de Burgos

Viví en un mundo frívolo y profano,
Recorrí los enclaves del valle hispanoamericano;
Enfrenté insensible e ignorantes senderos
En cuerpo de mujer y con alma de poeta errante.

 

“Debe ser la caricia de lo inútil, la tristeza sin fin de ser poeta.”[1]

 

El árbol viejo confundió mis delicados pétalos
por un río de corrientes insondables:
Todos querían beber del vino dulce;
Yo quería escapar del empuñado.

 

“Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:

Un intento de vida; un juego al escondite con mi ser.”[2]

 

Me  levanté, una y otra vez de los arrabales
De infortunios que me tendió la vida;
De los ecos resonantes de la risa beoda
De aquellos que buscaban placeres sin sentido, sin amor…
Y,

“Me fui perdiendo átomo por átomo de mi carne

y fui resbalándome poco a poco al alma.”[3]

 

Cuando cesó de llover en “Macondo,”[4]
Mi lucha se convirtió en lucha creativa;
Mi voluntad firme, en experiencia de arte;
Mi voz se trasformó en poesía.

 

“en tu Sí, inevitable revolución del mundo,

me he encontrado yo misma al encontrar mi verso.”[5]

 

Trascendí el cosmos de lo humano
Y volé cual crisálida escondida hacia lo eterno,
Hacia un manantial de aguas cristalinas,
Hacia un lugar de Refugio;
Un Lugar donde fui, soy y seré sólo poesía,
Libre al fin del vano intento del hombre por violar la lira.

 

“Ya definido mi rumbo en el presente,

me sentí brote de todos los suelos de la Tierra…”[6]

 

María del Carmen Guzmán


[1] Canción  Amarga – Julia de Burgos

[2] Yo misma fui mi ruta – Julia de Burgos

[3] Intima – Julia de Burgos

[4] Macondo – pueblo ficticio descrito en la novela Cien e años de Soledad de Gabriel García Márquez

[5] Se me ha perdido un verso – Julia de Burgos

[6]Yo misma fui mi ruta – Julia de Burgos