Ahora comprendo. O eso creo.

Aquí, en la isla, hace sol y por todos lados se esparce una suave brisa, un leve aroma a comienzos de otoño. Pero en otros lugares seguramente llueve serena o intensamente.

Aquí es mediodía y en el otro hemisferio alguien se asoma a la ventana a contemplar la luna y las estrellas que con la vista alcanza. Desde este pequeño rincón del universo contemplamos el océano cósmico -como dije- hasta donde nuestra visión alcanza. O hasta donde nuestra imaginación (o memoria astral) pueda transportarnos.

De ahí vengo yo, de todo eso, de ese polen astral, de esa sinfonía sideral. De todo eso soy parte, igual que tú, que aquél, que el otro. Es que todos venimos del origen infinito de las cosas. Peregrinos del tiempo, de todas las auroras o de una misma aurora. O es que tal vez la aurora primigenia nos habita, nos hace portadores de todos los albores, de todo ángel y de todas las células de árboles y pájaros y lluvias.

Ahora comprendo que nacimos para cantar y hacer acopio -en los brazos, en el espíritu- de la música inmortal del tiempo en este y en otros posibles universos.

Ahora creo comprender.

(c) José Manuel Solá  /  (Caguas, PR, 3 de septiembre de 2014)