mapasalinas1Salinas tiene la distinción de ser el único pueblo por el cual pasan dos de las tres principales carreteras del país. La Carretera Número 1 que atraviesa toda la cordillera central, pasando por la famosa cuesta llamada La Piquiña hasta llegar a Salinas y de ahí toda la costa sur hasta Ponce. Esta ruta que era la principal vía de acceso entre las dos principales ciudades del país ahora es la autopista 52. La otra es, la Carretera Número 3 que se origina en San Juan atravesando los pueblos costeros del noreste, este y sureste de Puerto Rico terminando en el pueblo de Salinas donde se fusiona con La Carretera Número 1 y con la Autopista 52.

El barrio Playa  de Salinas  es conocido en toda la isla por los famosos restaurantes de mariscos: El Capitán, de Manolo Correa, El Pola’s place, el restaurante Doña Bárbara y El Ladis Place. Este último iniciador del sabroso mojo isleño, cuya fama se extendió allende los mares. El Roble, con sus siete potencias (sopa de mariscos y otras carnes) se unió luego a esta cuarteta de lugares donde se consumían los más suculentos mariscos.

Ubicaba en Salinas una de las más prosperas centrales azucarera, La Central Aguirre. Fue tan portentoso su desarrollo que creo un próspero poblado corporativo dentro del municipio de Salinas. Con su propio teatro, su hotel de elegante fachada y hasta sus propio código de correo y teléfono. Su iglesia metodista, sus escuelas, su campo de golf y sobre una colina el majestuoso hospital donde nacieron muchos salinenses. Los actuales nacen en hospitales de otras municipalidades.

Es Salinas poseedor de grandes extensiones de terrenos fértiles, para el desarrollo de la agricultura, con una bahía donde se puede desarrollar una gran marina. Un amplio Mar Caribe para el crecimiento de una sustentable industria pesquera. La naturaleza proveyó a nuestro pueblo de  Salinas con suficiente belleza para la creación de una prospera industria turística.

De su gente ni hablar. No solo su sencillez y honestidad, también su hospitalidad con todos. Ha tenido a través del tiempo grandes exponentes en todas las facetas del arte. En los deportes ni se diga, campeones a granel y para grandeza mayor uno de sus hijos tiene un sitial en Cooperstown. De la belleza de sus mujeres ni hablar, una Miss Puerto Rico y una Miss Universo dan fe de ello.

Siendo Salinas un pueblo tan céntrico, con esa ubicación de privilegio y tantos atributos ¿Por qué no se desarrolló hasta convertirse en una gran ciudad? Si, en una ciudad, de las mejores del país. ¿Dónde está la razón del estancamiento? Pueden ser varias las razones que incidieron en esto, la más significativa: la falta de verdadero liderato de quienes lo han administrado.  Alcaldes con poca capacidad administrativa, otros con poca iniciativa, faltos de compromiso y sin visión de futuro. Tal vez todos bien intencionados, pero mal asesorados.

La política tiene una particularidad que embrutece a quienes incursionan en ella, principalmente por esa persistente creencia de que sus prioridades y su lealtad están con el partido político al que pertenecen y en los colaboradores políticos.  Un alcalde bien intencionado, con un equipo de trabajo mediocre y sin compromiso con un buen servicio al pueblo, es desastroso.

El compromiso, ese deber primordial tiene que ser con el bien común del pueblo que le confió la poltrona municipal. Ninguna prioridad ni lealtad puede ir por encima del desarrollo social y económico. Cuando eso no ocurre, terminamos en lo que somos. Un pueblo que se ha quedado atrás en relación a otros pueblos con menos atributos.

Un administrador exitoso es aquel que escoge el mejor recurso humano para conformar su equipo de trabajo. Es aquel que tiene confianza en ese equipo, que sabe delegar funciones, pero a la vez es un eficiente supervisor. Es el que logra ganarse el favor y la aceptación de todo un pueblo, venciendo el fanatismo político que divide y embrutece. Su nobleza resalta cuando ofrece la misma calidad de servicio y las mismas oportunidades a todos sus conciudadanos.

No basta tener alcaldes bien intencionados que no dejan huellas. Huellas más profundas que las de un gigante caminando sobre la arena mojada. Es la hora de líderes visionarios, comprometido con el desarrollo sostenido que nos convierta en lo que debimos ser desde hace mucho tiempo, una gran  ciudad.

 

José Santiago Rivera