Navegando por la Internet encontré un mensaje del escritor salinense Josué Santiago de la Cruz colgado en uno de los grupos de Yahoo que frecuentaba. A propósito del estribillo “¡Alo Popeye!” incluido por la Orquesta de César Concepción en su famosa interpretación de Pa’Salinas de Héctor Hernández, Josué preguntó:
¿Quién era Popeye en Salinas? ¿A quién llamaban Popeye?
Roberto López contesto la trivia diciendo: Popeye era un tipo de La Carmen. Trabajaba en el Parque de asistente de Leo. Si le decías Popeye tenías que pelear con él. Lo recuerdo porque me quiso quitar una bicicleta el día que corrí por la pista del parque y jodí las líneas blancas que había preparado para un Field Day. Por lo menos ese es el Popeye que yo conocí.
La contestación de Josué fue la siguiente:
Roberto, diste en el clavo. Ese era Popeye. El único Popeye de Salinas y sus barrios. Pero te voy a contar una anécdota de ese Popeye que ya sólo un puñado recordamos.
El solía frecuentar mi casa por tres poderosas razones: 1) estaba que pitaba por Elba, mi hermana; 2) le encantaba el maví que mami hacía y 3) era en casa uno de los lugares donde se espetaba un plato de arroz con habichuelas sin empeñarse mucho en ello.
Pues les cuento que para el tiempo de mi anécdota lo que es hoy la barriada La Carmen ya existía. Allí estaba el Húcar, donde jugábamos desde bolita y hoyo hasta de vaqueros e indios desplumados. Más arribita estaba La Poza, donde nos bañábamos encueraos y, claro, hacia el Sur el viejo parque de pelota.
Una vez vimos a Popeye dirigirse al parque. Se encaramó en la verja de bloques y ya no lo volvimos a ver. Por curiosidad le seguimos los pasos y cuando no trepamos a la verja para asomarnos, allí estaba él corriendo bien pegado a ella. Nos quedamos trepaos hasta aburrirnos de sólo verlo correr y correr sin cansarse alrededor del parque, pegado a la verja.
Volvimos a La Poza y después de mucho rato nos pusimos a jugar debajo del húcar que quedaba pegado a la casa de Chefín y Sayo, los abuelos de Elifá Rivera y Harry Martínez. Al rato, como Popeye no regresaba, volvimos a encaramarnos en la verja y el descomunal atleta que fue, muy especialmente en carreras de fondo, seguía dando vuelta tras vuelta sin siquiera respirar por la boca.
Popeye era uno de esos atletas que de existir en su época los programas de entrenamiento y toda esa medicina y técnica deportiva que hacen hoy de un mediocre un gran competidor, de seguro fuera una estrella del fondismo boricua.
El Gran Popeye.
JSC, 14 de marzo de 2006
Esta anécdota escrita hace 10 años alimenta la curiosidad de saber quién era esta persona a la que, en contra de su voluntad, apodaban Popeye. Tal vez Ramón Castaing lo incluyó en su lista de apodos de Salinas. De lo contrario, si alguien sabe la respuesta que nos diga quién fue ese corredor.
Jajajajaja – que chuleria! Ustedes si que me hacen reir a esta hora de la manana, caray! Que bello es recordar a estos personajes de nuestro pueblo! Gracias por compartirlo – saben a quienes me viene a la mente el leer estas anecdotas de pueblo? Se acuerdan de Panchita – la senora flaquita que caminaba pa’ tras y pa’ lante por las calles del pueblo – bendito!
Y aca entre nos….(ja – ya me mande a jo…(beep, beep) r!!!!) Saben a quien yo le gritaba? confesion del dia – ay Virgen! Se acuerdan del hijo de Dona Provi? Me acuerdo que entre el difunto Jumbo y esta servidora le gritabamos….”LICENCIADOOOO……” y despues nos escondiamos – ese senor le daban unas “pantalonadas” cuando le deciamos eso…uuuyyyy! Que miedo me daba!!