La primera gavilla
Entra tú, hombre errante,
en tierra prometida.
Siega la mies, y ofrece
la primera gavilla.
Escoge del trigal
las mejores espigas;
y exprime en el lagar
la vendimia eximia.
Sacrifica en tu fuego,
mecidas las primicias,
un añojo perfecto.
Presenta la oblación
de fina flor de harina
mezclada con aceite:
cual manjar abrasado
de balsámico aroma,
más libación de vino.
Luego mira al pasado
y vislumbra la aurora
que marca tu destino.
Fado
Agridulce es la saeta de la ausencia:
bem que se padece e mal de que se gosta.
Lágrimas por extrañar al ser amado
perdido en la niebla de la lejanía.
Languidez entre sombras crepusculares,
en un nido de morriñas y saudades.
Atrapado en la tristeza depresiva,
evocando lo que nunca volverá.
Sofocado en sentimientos de abandono,
todavía aúlla un páramo desierto.
De aquellos recuerdos nace el gran deseo
de recuperar el tiempo fugitivo
y reconstruir lo desaparecido.
Suspiros, quejas saudosas, lamentos
saltan de las melancólicas fontanas.
A solas con las olas del hosco mar,
hay quien confiesa sus hondas amarguras;
y en las redes de la madrugada, pesca
alguna ilusión revestida de escamas.
La barca se columpia sobre las aguas,
y los marinos acunan sus angustias,
vacíos de ambiciones y de sustancia.
Sobre sus cabezas pulsan las estrellas
plasmadas de desconsuelos y nostalgias.
Resuena la guitarra de doce cuerdas.
En lontananza se escucha la voz triste
del fadista que canta a la embriagadora
y espinosa distancia de los amantes.
Y resiste, cual pájaro solitario,
los recios capítulos de la existencia.
Sus versos reflejan menudas historias
que ruedan por las humildes callejuelas.
Son canciones desgarradas, empapadas
en vinos de fatalismo y frustración.
Cuentan la desgracia de quien se cree
como dejado de la mano divina,
pero abierto a la espera de la utopía.
…….
Libro premiado por el Instituto de Literatura Puertorriquena y cuya reseña se publico hace un tiempo en Encuentro al Sur.
