A Maritza Ledee Rivera

Después de un baño fenomenal me pusieron un collar de lo más mono y me dejaron caer unas gotitas de Pepper & Tanky, dizque para matarme el olor a perro.

«A la verdad que estás de lo más lindo hoy», me dijo ella al momento que sacudía mis cachetes de un lado a otro.

¿Cómo le podré hacer ver que detesto esas muestras de afecto? ¿Qué ya no soy un cachorro? Pero aquí nadie parece interesado en saber lo que me gusta y disgusta. No soy nada más que un juguete. Una inversión para no morir de morriña porque, para ellos, nada es peor que la soledad.

Dicen que nos conocen, pero nada saben de nosotros y lo que creen saber, no se acerca ni remotamente a la verdad. Nada de que seamos sus mejores amigos… ¿De dónde diablos habrán ellos sacado semejante mentira? Puras pamplinas.

Todas las veces que intenté escapar, me siguieron la pista, como sabuesos, y si los vieras cómo me acurrucaban, asumiendo que estuve perdido y temeroso porque no encontraba el camino de regreso. ¡Qué ipequinesmbéciles son los humanos! Igual pasó cuando mastiqué las pastillas aquellas, porque prefería morir a seguir viviendo en cautiverio. Ellos corrieron conmigo para el Veterinario, el peor de nuestros enemig os, y éste me lavó el estómago. Desde entonces no me quitan los ojos de encima porque temen que, por accidente, ¡si serán zánganos!, vuelva a tomar lo que no debo tomar.

La noche le cerró los ojos y un sonido inusual se los volvió a abrir. Sin levantar la cabeza del almohadón, hizo un reconocimiento del lugar y notó que la puerta del cuarto de la dueña de la casa estaba ligeramente abierta. Caminó hacia allá y cuando miró en el interior de la recámara, un hombre apuntaba hacia la cama con un arma de fuego. Gruñó. Pero él ni caso que le hizo. A lo mejor su tamaño le pareció insignificante.

Gruñó con más determinación y fue, entonces, que el asaltante dirigió la punta del arma hacia él.

«Como te muevas te pego un tiro, cabrón», oyó que le dijo en un tono que le pareció incitador.

Sin pensarlo dos veces, se le abalanzó, como fiera.

Se oyó un disparo que atrajo a todos en la casa y el vecindario…

A pocas horas la noticia corrió el mundo:

“Pequinés recibe balazo mortal defendiendo dueña que dormía”

© Josué Santiago de la Cruz