A Papi (Toño Ledée)
Que nadie me toque a la nena, decías en mi primavera
Junto a ti en las mañanas aprendí el Abecedario,
Y en mi verano, acostumbraste a invitarme a recoger uvas playeras y a jugar con mis muñecas. Buscaste en el rincón de tu pasado añejo recuerdos de tu niñez, incrustados en tu memoria senil.
En mi otoño, mis oídos sordos pretendieron no escuchar los sabios consejos que aun recuerdo.
Cerré mis ojos y vi nubes formadas en mi mundo interno
Como cuando me acurrucabas en el lecho paterno
Hoy extiendo mis brazos inalcanzables a tu imagen
tuve temor de aquel silencio, y levitando llegue hasta ti
Donde susurraste melodías armoniosas al viento
Y tarareando canciones dijiste presente en mi invierno.
Quiero sentir una vez más tu tierna caricia en mi pelo
narrándome historias, e inventando cuentos.
© Maritza Ledée Rivera
Junio 21 de 2009
Tengo gratos recuerdo de Toño, el hombre monumental que inspíró los poemas de Maritza. Era una presencia, como uno de esos individuos que irradian tanta luz y transmiten tanta energía que es imposible no mirarlos. Sinpático, dicharachero, amigo hasta de los que no se casaban con nadie, jocoso a más no poder y cuando lo exigía el momento serio y profundo, como un faallón insondable al que uno nunca alcanza a ver su base. Vivía frente a la casa de mi abuela Venida Rivera, esposa de mi tío Pedro, pero para mi siempre fue abuela. Allí tenía su hogar y una barrita acogedora que los soldados estacionados en el Campamento Salinas, entonces, ahora se conoce por Campamento Santiago, en honor a uno de los nuestros que ofrendó su vida en aras de salvar las de sus companeros. (Los salinenses somos desprendidos hasta en eso. Somos pueblo valiente. Heróico).
De vez en cuando, siempre a escondidas de mi abuela, me tomaba una rubita de Miller (me gustabasn mucho, entonces) en su barrita, más para escucharlo contar sus inagotables anécdota, porque era cuentero, y de los buenos, Toño.
Un día, ahora ni recuerdo qué vio o escuchó de mis labios o si lo hacía por joder conmigo, me bautizó con un nombre que muchos comenzaron a llamarme: Filósofo de Talas Viejas.
Nunca le pregunté la razón de aquel apelativo, a lo mejor para evitar que me pusiera un apellido burló o un segundo nombre que, en aquel Salinas de aquellos tiempos, era como marcarte para siempre. Con los tantos nombres que tenía (Poeta, Anacoreta, Comelibro, Estofón, Pedante, Botellero, Cuentista (que era como decir embustero), Acrata, Sircunspercto y los que nunca supe porque no eran para mi consumo) no estaba como para acomodar uno más.
Quise y respeté mucho a Toño y sufrí cuando le vi transformado en otro después de la muerte de Toñito, el hijo amado y salinense limpio y puro, que, como el Zorzal, nos ofrendó su canto armonioso para emigrar, después, dejando a Toño inmerso en el dolor.
Muy bellos ese homenaje, Maritza, a un hombre cuya vida fue un homenaje a su pueblo y a todos los que le conocieron.
Josué
Cuánto me sobrecogen las palabras de Martiza y de Gloria!! Es grato recordar a mi padre, cómo me cuidaba de los gritos y castigos de mi madre. Hablaba poco, demasiado poco. (Es que Mami lo decía todo!) Le cortaba sus uñas, le rasuraba. Recuerdo la única vez en que vi sus lágrimas, en la muerte de su hermano. Lamento que con dificultad recuerdo su apagada y triste voz. También recuerdo su frase “algún día sabrás dónde aprieta el zapato”. En mi segundo semestre universitario fue su muerte… recuerdo que me percaté que lo perdía para siempre cuando me abrazó Magadalena.
Maritza, tu ternura me llegó hondo. Un padre marca los destinos de sus retoños. Un padre es brújula y aunque a veces los vientos lleven el navío de nuestras vidas lejos de la dorada arena y de los soles, los recuerdos de la caricia, el amparo el consejo, y aún el reto, nos confortan desde el yo interno. Los que no tenemos la dicha de tenerlo, sabemos que está con nuestro Padre Celestial y es entonces donde la calma llega y nos recostamos sobre sus brazos poderosos.
Gracias Maritza. Lograste conmover y de eso se trata la literatura!
Cariños desde Argentina.
Gloria