por Maritza Ledée Rivera
Mi cuerpo intranquilo queria que hablaramos
Hable con mi cuerpo y fue honesto conmigo.
Le pregunté: cómo te sientes? Y me dijo de su enojo y su cansancio.
Aunque conoce mis pensamientos, me atreví a cuestionarlo.
Por qué ese estar tan sombrío y desganado? Y susurrando me dijo:
Estas enajenada de todo, para que me quieres , si no me necesitas.
Claro que te necesito, sin ti no vivo ni existo, le repliqué.
Que sorpresa me llevé entre mi cuerpo y mi conciencia.
Te explico, me dijo con un poco de incomodidad. Me alimentas cuando te parece, ya no hablo con amigos como de costumbre. Mis besos y abrazos han desaparecido en contra de mi voluntad. No importa si por bien o por mal me siento en una prisión no deseada. Esta mordaza impuesta y obligada me consume.
Mis brazos los siento caídos, crucificados, inactivos. Mis piernas tampoco son imprescindibles, casi ni las necesitas, quiero recorrer caminos, me han limitado las horas de mis andanzas. No veo a mi gente, si salgo no los reconozco. Mis manos cubiertas de plásticos innecesarios me privan de mis huellas, alterándome el tacto. Saludo a todos enmascarados y no sé quién es quién, no veo sus caras, no reconozco a nadie., todo parece una película indeseable donde todos somos protagonistas. Cuando voy de compra me tienen limitado el tiempo; me han desnudado de todos mis derechos.
Hasta cuando estaré en esta inercia individual y colectiva? Esta ceguera legal que me desagrada, pero entiendo por ser completamente necesaria para asegurar mi la salud y la de todo un pueblo.
Si no descubren una vacuna, paulatinamente, me voy a degenerar hasta quedar confinado en un centro siquiátrico o anticipar ir a vivir eternamente en los antiguos terrenos de La Isidora.*
*Antigua hacienda donde ubica el cementerio.
© Maritza Ledée Rivera. La autora es una consejera vocacional y profesora universitaria retirada graduada de Penn State natural de Salinas. Escribe poemas, relatos y ensayos y tiene pendiente la publicaciónde un libro.