Tengo 30 años. A los 30 años Borges escribió algo como: “muchas cosas he leído y pocas he vivido”. Se lo recuerda Mario Vargas Llosa en una entrevista que le realizó en su casa en Buenos Aires, en junio del 1981. Mientras estos dos hablaban ese día de invierno porteño, faltaban todavía 9 años para que yo llegara al mundo. Pero, resulta que, en este día de un julio caluroso, de un verano puertorriqueño y pandémico, en un siglo ya distinto al que cobijó el intercambio de palabras de esos dos escritores latinoamericanos; en mí verano del 2020, por ratitos me sumerjo en su conversación. Como por acto mágico, como causa de un conjuro, las palabras estampadas en los papeles de un libro son acariciadas y codificadas por mi mirada, y me permiten la experiencia que ofrece la lectura.

Ya hace mucho que no está Borges en cuerpo con nosotros. Vargas Llosa estará en España, resguardándose en una casa, no lo sé. Lo que sí sé, es que aquí estoy yo. En las montañas de un barrio de Salinas, Puerto Rico. Rodeada de árboles verdes, de flamboyanes anaranjados florecidos. En mi casa, cuidándome y cuidando. En una búsqueda incesante de momentos silenciosos, o casi silenciosos, donde las dulces voces de los niños de esta casa den un ratito de tregua y pueda yo sumergirme de vez en cuando en la experiencia lectora.

Aquí estoy frente a Medio siglo con Borges de Vargas Llosa. Aquí estoy: leyendo. Siempre resulta curioso un intercambio de palabras entre dos escritores. Aunque Mario no es de mis predilectos, lo he leído. Es un buen novelista. Me gustó la lectura de La ciudad y los perros. Pero, Borges, todo lo que sea Borges me llama. Siempre es una alegría para mí leer de Borges, leer a Borges, escuchar a Borges. “Muchas cosas he leído, pocas he vivido”, le recuerda Vargas Llosa, a lo que Jorge Luis le responde: “Yo escribí eso cuando tenía treinta años y no me daba cuenta de que leer es una forma de vivir también… creo que a la larga uno vive esencialmente todas las cosas y lo importante no son las experiencias, sino lo que uno hace con ellas”.

Que tengo treinta años ya dije. Y en esta coyuntura de vivir una pandemia que nos empuja a quedarnos encasa, a no viajar, a no salir de paseo o a la universidad como antes, a no sentarnos despreocupados a hablar con los amigos, es reconfortante pensar que leer es una forma de vivir. Creo que esto ya lo sabía: recordar mi lectura de Rayuela de Cortázar, ese juego de evocar de mi memoria lo leído, lo buscado y la música escuchada, todo lo sentido; ese recuerdo lo experimento como una vivencia. Será que el cuarto de la memoria iguala una buena lectura y aquello que se ha vivido, logrando que, al recordar, ambas se pueden saborear como experiencias. Siguiendo la idea borgiana, qué hacer con este tiempo de tantas pandemias y de muchos encierros: tal parece que leer es una buena alternativa para seguir viviendo.

 

©©Judymar Colón

Julio, 2020, Salinas, PR