Serie Testimonios

Salinas fue reino del cacique Agüeybaná, cacique indio principal de Borikén, cómo llamaban a Puerto Rico, tenía en los valles extensos de Salinas a su lugarteniente, él también cacique Abey.

Debemos recordar que el máximo jefe indio era Agüeybaná, fue hermano del caudillo de la primera sublevación de los indios contra los españoles en Puerto Rico y tan pronto como fue muerto fue sustituido por Gueybaná[1], siendo este joven y valiente, preparado para combatir a muerte a los conquistadores.

Salinas fue parte del cacicazgo de Borinquen conocida con el nombre indígena de Abeyno y bajo el gobierno del cacique Abey.  Es decir, en Salinas como en otros pueblos del país floreció la cultura india cuya religión consistía en rendir culto a la naturaleza o el totismo, adorando las plantas, los animales y pájaros.

Sin embargo, tenían la creencia en un dios superior llamándole Yucayú[2], el cual creían reinaba en los altos picachos y era el dios del bien.

Creían también en un espíritu del mal llamado Juracán[3], palabras adaptada al castellano para designar los ciclones antillanos. Creían en fantasmas y en que los espíritus de los muertos regresaban a la Tierra de cuando en cuando.

Los Cemís eran los dioses titulares de los indios, eran hechos de barro[4]. Nos mueve el anexar esto, ante recuerdos de Salinas, el haber leído recientemente el hallazgo del cemí, más grande encontrado en la región sur cerca de Salinas.

Eso me llegó a los años 20, siendo mi abuelo don José Maldonado, mayordomo de la Hacienda Margarita. Recibió una orden del superintendente de la Hacienda Carmen don Paco Colón, a ponerse a las órdenes brindando hombres y equipo para una tarea de exploración bajo el mando de un arqueólogo norteamericano[5] con permiso de la Central Aguirre.

Así se hizo y el arqueólogo eligió la zona detrás de la vieja escuela del Bo Playa, llegando al mar Caribe, donde antes existía una cadena de ancla de goleta amarrada en la orilla, se creía había pertenecido a un barco del pirata Cofresí, al atracar al litoral para enterrar un tesoro.

Extrajo el arqueólogo una especie de plano, ordenando a los obreros cavar en forma de un rectángulo. A una profundidad como de 15 pies ordenó la detención de los trabajos. En la Central Aguirre se había fabricado una caja rectangular, de acuerdo con las medidas ordenadas por el explorador.

Se trajo al sitio, se colocó sobre el terreno preparado para la tarea y con una plancha de hierro se viró con toda la tierra adentro, se clavó y se llevó a la Central Aguirre. De ahí en adelante, pudimos asegura se trataba de un tesoro indio ya que no se informó sobre el contenido de la caja. Lo afirmamos porque después de abandonado el sitio dejaron una escalera, por la cual acompañados de unos compañeros de juego, bajamos al fondo de la excavación y encontramos un reguero de cosas indias.

Salimos y regresamos con una caja de madera donde se traía el gas (kerosene) y lo llenamos de esas cosas.  La noticia se esparció y llegó a oídos del doctor Montalvo Guenard[6], médico en Salinas y arqueólogo, residiendo en la calle de Ponce, donde todavía se encuentra la escalera de su residencia destruida por un incendio. Al contemplar el doctor Montalvo, lo que el cajón contenía, quedó maravillado y nos ofreció unos dólares por ellos. En nuestra inocencia se los vendimos creyendo haber realizado el mejor negocio, y creemos fueron a ingresar más tarde al museo indio del doctor Montalvo Guenard, el mejor privado de Puerto Rico. Había Cemíes, dándonos cuenta de ello años después al leer sobre el particular.

Recordamos que en la hacienda Margarita vivía una señora (espiritista) [que] fue al sitio y cayó en trance obsesionada (según ella) por un jefe indio. ¿Sería acaso el cacique Abey?

Creemos, tal vez todavía puedan existir personas en Salinas (Bo Playa) de nuestra edad pudiendo recordar el evento histórico en la lejanía de las memorias y el tiempo.

A pesar de los años pasados (68) todavía si no se han construido hogares en el sitio, nos atrevemos a señalar el sitio de la excavación. No sabemos si existe allí todavía la vieja cadena de la vela de la goleta atribuida a Cofresí.

©©por Francisco Meléndez Santiago

Tomado del libro del autor Añoranzas de mi pueblo Salinas, ©1991.  Este texto fue escrito en la segunda mitad de la década de 1980.

Notas por Sergio A. Rodríguez Sosa.

 

[1] También conocido como Agüeybaná, el Bravo (1470-1511)

[2] Yúcahu es una de las deidades de la mitología taína, también llamado Yokahu Vahya Maorocoti e hijo de la diosa Atabey o Atabeira y que habitaba en el Yunque.

[3] Juracán en la mitología caribeña era una deidad femenina, la señora de los vientos, que era conocida como Guabancex. Era una diosa malvada que dominaba las tormentas y vivía en el país de Aumatex, cacique de los vientos.

[4] Los cemís también se hacían con textiles y labrados en madera, hueso y piedra.

[5] Probablemente se refieren a las búsquedas arqueológica de las primeras décadas del siglo 20 en Salinas realizadas por el joven Samuel K. Lothrop, hijo de uno de los dueños bostonianos de la Central Aguirre, inspirado quizás por el afamado arqueólogo estadounidense de esa época Jesse Walter Fewkes, autor de estudios sobre los aborígenes de Puerto Rico y de las Antillas frutos de sus excavaciones en el sur del país.

[6] José Leandro Montalvo Guenard (1885-1950) médico, arqueólogo e historiador que según el censo de 1920 vivía en la calle Unión #90 de Salinas (llamada también calle de Ponce) con su esposa Bertha Krider Gebhart y sus hijos Ethel, Carlos y Rafael. A partir del primero de noviembre de 1919 fue electo al Consejo administrativo de Salinas como comisionado de Sanidad y Benificencia. Su libro más conocido lleva el título “Rectificaciones histórica: el descubrimiento de Boriquén”