Hablar de Albizu es hablar de nuestra historia como pueblo, de nuestra experiencia colectiva. Pero, ¿la historia de quiénes? ¿La de todos en Puerto Rico? ¿Todos vivían y padecían igual? ¿Se puede decir eso tajantemente? Claramente la contestación es que no. Entonces quizá habría que hilar más fino y decir que hablar de Albizu es hablar de las luchas de quienes confrontaban los resultados de una sociedad desigual que le sacaba el jugo al pueblo y de cuyo trabajo se beneficiaban unos pocos. Hablar de Albizu es también enfrentar una relación de desigualdad con Estados Unidos que atraviesa todo en nuestras vidas.
Así que Albizu es la historia de la lucha por la vida en Puerto Rico. Se afirma comúnmente que aquel que no conoce su historia está condenado a repetirla, pero la historia conocida funciona para reafirmarla, para entender y poder sostener los elementos que unen a un pueblo. Sirve asimismo para reconocer las herramientas desarrolladas por la gente en su experiencia de vida permitiendo repetir, mantener, compartir y reproducir esa historia.
Nos han tratado de convencer de que el progreso es una carretera recta hacia un mundo que solo mejora y que por eso todo lo que ha quedado atrás hay que olvidarlo, dejarlo en el camino y solo recordar lo que no se debe repetir. Así, se olvidan y abandonan los ancestros, insultamos a las abuelas y abuelos desechando sus vidas, saberes y experiencias como cosas pasadas que no merecen atención. Por eso, hay que entender la historia como vivencia de pueblo para saber que hay repeticiones que no son condenas, sino conocimiento y sabiduría de la experiencia colectiva.
Entender el conocimiento de la historia solo como antídoto al retraso del progreso es parte de lo que nos ha traído a donde estamos. Asumir que todo lo que se vivió antes es parte del pasado y como pasado debe quedar atrás, no es la actitud correcta. Mucha de la experiencia y saberes de nuestro pueblo surgen de esa historia que habría que recuperar. Es decir, volver a ella, no con afán repetitivo, sino más bien, con deseos de rescatar las herramientas empuñadas por el pueblo en su lucha por la sobrevivencia y en el empeño de construir una vida digna para el común, para el prójimo.
La crisis profunda que vivimos en este momento histórico demuestra que las formas de actuar y trabajar en conjunto practicadas por nuestros antepasados son las que han permitido mantenernos vivos y esperanzados. Cientos de jóvenes buscan volver a la tierra con prácticas más afines con sus abuelos y abuelas que con las de sus padres, las cocinas comunales se hacen cada vez más comunes como antes, la ayuda mutua renace como alternativa para atender asuntos de vivienda y de otras necesidades, el compartir lo que se tiene con el prójimo retoma la importancia que tenía antes de que nos dijeran que la salvación es individual y que cada cual arrime la sardina a su sartén, en fin cada vez tiene más pertinencia la vida y valores comunitarios.
Se preguntarán, y no iban a hablar de Albizu, pues eso hacemos, porque hablar de Albizu no es hablar de un individuo, sino de un momento en nuestra historia, de una realidad que propició el surgimiento de un Albizu. Seguir hablando de Albizu como milagro excepcional e individual es seguir reproduciendo el culto a las individualidades. Proceder que nos mantiene hablando de apellidos cuando nos referimos a asuntos políticos y se pasa por alto los asuntos sociales verdaderamente importantes, y a los sectores que son sus protagonistas. Albizu fue una persona particular, pero cada momento y cada realidad propicia el surgimiento de personas que se corresponden con la realidad de dónde vienen.
De eso nos interesa hablar, de donde viene Albizu, más que de hablar de qué estudio, qué títulos llegó a tener o de su erudición. Estas últimas son las discusiones que convierten a Albizu en un caso de éxito de clase media, con el que se reclama que tal o cual persona salió de condiciones adversas y se superó como si se dejara atrás la formación que da vivir ciertas condiciones, como si se quitara uno un abrigo. No, Albizu viene del pueblo, es un resultado de nuestro pueblo, de su experiencia de pobreza, racismo, discriminación, exclusión, elitismo y ninguneo del pueblo en una colonia.
El Albizu del que hoy se habla ni siquiera tenía ese apellido cuando nació en Tenerías, una barriada pobre de Ponce. Nació de una madre negra y de un padre que no lo reconoció desde el principio, dejándolo con la condición de ilegitimo o como le dirían en la calle “bastardo”. Así que como pobre, negro e ilegitimo podría decirse que del saque compartía los factores que definían y propiciaban niveles de exclusión, discrimen y desigualdad. Esas son experiencias que marcan y forman la manera de entender la realidad social de cualquiera, pues como el mismo diría, al contestar porque era tan frontal con “los americanos” habiendo estudiado en USA: <porque nadie conoce mejor el mal como quien lo ha vivido>. Conocía en carne propia el discrimen, más aún, habiéndose enlistado en el ejército en un momento en el que ser negro significaba, segregación, pobreza y muerte por racismo (nada muy distinto ahora). A eso se sumaba la imagen que sobre los puertorriqueños prevalece en Estados Unidos, confirmada incluso por tribunales de allá, de que somos una raza inferior, ajena a los modos y cultura norteamericana y no apta para entenderla.
Esa no es una experiencia exclusiva de Albizu, ni aquí ni allá, sino la vivencia de mucha gente de pueblo que, ya sea tratando de vivir aquí o buscando oportunidades allá, se topan con el dolor, el coraje, la frustración e indignación de ser obligados a vivir el discrimen y un cuestionamiento constante a su dignidad. En ese sentido es que decimos que Albizu no es inexplicable ni vivió una vida totalmente distinta a la vida que hemos vivido las grandes mayorías de este país. Albizu es un resultado de la realidad de la vida de la gente de pueblo, de su época y de las decisiones y posturas que fue tomando como respuesta a esas vivencias. Una realidad guiada por un gran compromiso definido desde el amor, como decía al respecto del dilema de la vida en condiciones coloniales; <El problema nuestro es el problema del desamor. El esclavo no ama a nadie. El despotismo destruye todo>. Ese es al Albizu que nos toca rescatar a los pobres como nuestro, el que no fue a la universidad a hacerse rico, sino a devolverle al país que lo formó y vio desarrollar, al pueblo del que había salido.
Al igual que todos en el pueblo, Albizu tenía sus contradicciones. Reconocerlo es importante porque lo acerca a nosotras y nosotras, lo hace alcanzable. Al darnos cuenta de donde sale, podemos entender que su aparición en nuestra historia no es milagrosa ni inigualable. Siempre pueden, y volverán a salir del pueblo personas comprometidas con la gente de donde viene y con la justicia y la dignidad del pueblo. De las anécdotas que escuchamos de la gente que lo conoció y convivió con él queda claro su sentido del humor afilao, su gran afán de compartir y estar entre su gente, en vida comunitaria y de su compromiso como abogado de aportar a las necesidades de los pobres más que en el beneficio propio. Ese es el Albizu que nos toca rescatar a quienes venimos de abajo, reconociendo las contradicciones como parte de nuestra historia y construyendo con nuestras manos y por nuestros propios medios las condiciones de dignidad, justicia y felicidad que merecemos en este país.
Terminamos con otra cita de Albizu sobre el tema de la justicia “La sociedad es posible entre iguales. Si una parte hace lo que quiera y la otra obedece, entonces hay que llamarle a eso suciedad.
©© Roberto Thomas Ramírez
Coordinador General de Iniciativa de Ecodesarrollo de Bahía de Jobos
Discurso virtual pronunciado en ocasión de la conmemoración en Salinas del natalicio de Pedro Albizu Campos en septiembre de 2020.