El mundo de la literatura permite el diálogo entre obras y autores, más allá de los géneros literarios, de las épocas y los espacios geográficos. Comienzo mi comentario sobre el libro Marbella, con dicho detalle, pues al sumergirme en su lectura no pude evitar encontrar resonancias de la Alegoría de la Caverna de Platón. Así como lo oyen: un cuento perteneciente a la literatura infantil, publicado en el siglo XXI en una isla caribeña, dialoga en mi pequeño mundo de lectora, con el filósofo de la Antigua Grecia, Platón.

En su Alegoría, Platón nos presenta una caverna, donde hay unas personas que desde niños se encuentran encadenados, con acceso visual limitado: solo pueden mirar hacia adelante y a lo único que tienen acceso es a la proyección de sombras. Platón propone imaginar que uno de ellos logra liberarse de las cadenas y es forzado a “volver el cuello”, mirar hacia la luz, salir de la cueva. Este tendría ahora acceso al mundo real, pudiera percibir las cosas de las que antes solo veía su sombra, ver las figuras de los hombres, de los objetos, contemplaría la noche, el cielo, la luz de los astros, la luna, el día y el sol. En palabras de Platón, este hombre al liberarse de las cadenas estaría “curando su ignorancia”. El filósofo griego, nos plantea también la posibilidad de que el hombre liberado, luego de haberse acercado a la luz del conocimiento, regresara a la caverna a intentar liberar al resto de los hombres encadenados y conducirlos hacia la luz, hacia la verdad.

Pues bien, el personaje de Marbella emprende una aventura platónica al estilo de la Alegoría. Habiendo estado toda la vida limitada a su espacio marino, su curiosidad y deseos de libertad, la llevan como el personaje de Platón, a salir más allá de lo permitido. Como el que salió de la caverna, Marbella se fue acercando a la luz naranja que contemplaba desde el fondo del mar y logró percibir el sol por primera vez. Pudo aclarar sus preguntas sobre la noche, las joyas plateadas y la escarcha brillante que se proyectaba sobre el mar, y que observaba todos los días desde el fondo del océano, pues al salir pudo comprender que se trataba de estrellas en el cielo y de la presencia de la luna. Como en la Caverna de Platón, Marbella reflexiona y da cuenta de que “había estado esclavizada a la ignorancia, a no saber nada de lo que en realidad era el mundo”. Ambos relatos denuncian la ignorancia como una esclavitud del intelecto y del ser, que coarta la libertad humana. En cambio, la luz que ofrece el conocimiento nos libera. Las cadenas ya no son de hierro, sino de ignorancia.

Imagino la lectura del cuento Marbella como literatura infantil que es, como una especie de salida de la caverna, en la que todos nos encontramos en la infancia, cuando no sabemos nada del mundo y la curiosidad nos mueve a preguntar, a querer saber más de las cosas y de la vida. Imagino a los niños deteniendo la lectura desde la primera página, para preguntar qué es eso de “esclavitud”. Pues Lucía, ha agarrado como pie forzado la conmemoración de la Abolición de la Esclavitud, para darle riendas a esta historia. La lectura de este cuento propicia que los niños comiencen a nutrir su intelecto, a conocer que en la humanidad ha existido ese horror llamado esclavitud, pero también que comiencen a perfilar la esperanza y el camino de la libertad. Marbella pudiera entenderse como un inicio, para los niños, del camino que nos saca de la cueva de la ignorancia. Seguramente, habrá muchos adultos que también comenzarán a salir de la cueva mientras leen Marbella ya sea a sus niños o para sí.

No quiero terminar este comentario sin decir que Lucía le imprime su toque de poeta al cuento, pues es una escritura con mucha poesía. Cabe destacar, que las ilustraciones de Anthony Cintrón hacen eco a la poética de las palabras. Los invito a que lean Marbella, libro que además está bautizado con el comentario de una de las escritoras de literatura infantil más importantes de Puerto Rico, Tina Casanova.

La autora, es escritora a la que le gusta tocar guitarra, cantar y vivir la poesía.  Hizo sus estudios subgraduados en psicología en la Universidad de Palermo, Argentina y en la UPR de Cayey. Cursa un doctorado en psicología clínica del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico y posee una maestría en literatura del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.

©©Judymar Colón Díaz – 4/19/22