Como sacados de una visión surrealista, comenzaron a llegar. Primero venían de visita, siempre a la misma hora, en busca de alimento. Unos eran
blancos, otros negros y los demás variopintos.
Aunque no le agradaban los felinos, los creía necesarios en todo patio de vecindad. Siempre y cuando llegaran para irse. Pero un día se percató de que no eran esas sus intenciones y se multiplicaron.
Cuando se asomaba a la puerta, comenzaba la sinfonía que no cesaba hasta que la veían partir.
Se le hizo difícil moverse de un lugar a otro y la “gota que colmó la copa” fue cuando la despertaron de madrugada en su afán por invadir la casa.
Con el malestar llegó también la decisión de deshacerse de ellos.
Trató tirándoles agua con la manguera; los persiguió con la escoba y por último, se buscó un perro…
-¡Pamplinas, puras pamplinas! – gritó a los cuatro vientos al ver la manera como compartían.
© María del C. Guzmán
Fantástico María, según avanza el instinto de conservación entre perros y gatos se multiplican las buenas virtudes del compartimiento. Lo mismo pasa entre la gente, cuando hay necesidad se unen y comparten, tan pronto se termina el ciclo vuelven a pelearse. Bonito cuadro el que pintas. Aplauso de pie.
Tus temas, como tu narrativa, se hacen más complejos y retadores. Aquí nos traes una vivencia pueblerina (en Talas Viejas había gatos que ni regalándolos) llevada con mano firme a la literatura. Sugerente, con una prosa suave que nos lleva a gritar contigo ese “pamplinas” que denota frustración o quizá una toma de conciencia que anticipa una acción enérgica y determinante.
Este relato de gatos y perro viene a enriquecer la literatura salinense de manera categórica.
Felicidades.
Josué
María del Carmen,tu ojo observador dio a luz esta gran metáfora narrativa. Gatos que invaden la casa, un señor deseperado por su invasión y ese perro que de pronto parece poder resolverlo todo, pero se une al enemigo. Me hiciste sonreir, pero hay detrás de los personajes toda una observación de la vida cotidiana: políticos que se pasan de bando, reyertas familiares que a la hora de la herencia se disuelven y en fila como soldados extienden la mano, que negó una caricia y muchos más. Lo malo de digerir es que los gatos y los perros, no creo tengan tanta astucia en el obrar, el hombre, sí, la tiene, no olvidemos a los corderos humanos que ocultan al lobo.
Gracias y felicitaciones por tu buena letra!
Cariños
Gloria