A Axel Reyes
—Madre, tengo que irme, le dijo.
Vestido de negro, caminó hacia ella para perderse en sus brazos.
—Me llamas tan pronto llegues, hijo.
Le dio un beso y lo vio perderse en dirección al vehículo que lo llevaría al aeropuerto.
La última vez que lo vieron, deambulaba a lo largo de la avenida Knickerbocker de Brooklyn.
Sentada frente a la ventana con el auricular al alcance de su mano, la sorprendio la ancianidad sin saber siquiera que en el archivo de una morgue hay una caja rotulada John Doe.
©María del C. Guzmán
Oh! María, ¡cuánta historia en tan pocos renglones! ¡Cuántas madres vieron partir a un hijo hacia otras tierras y ya no más! Una mudez de ausencia llenó los espacios y el cabello blanqueó sus tintes al compás de la incertidumbre fatal.
Muy realista y bellamente expuesto.
Cariños.
Gloria