A Axel Reyes                                                        

—Madre, tengo que irme, le dijo.

Vestido de negro, caminó hacia ella para perderse en sus brazos.

—Me llamas tan pronto llegues, hijo.

Le dio un beso y lo vio perderse en dirección al vehículo que lo llevaría al aeropuerto.

La última vez que lo vieron, deambulaba a lo largo de la avenida Knickerbocker de Brooklyn.

Sentada frente a la ventana con el auricular al alcance de su mano, la sorprendio la ancianidad sin saber siquiera que  en el archivo de una morgue hay una caja rotulada John Doe.duelo

©María del C. Guzmán