Guango construyó una choza sobre unos zocos con sus manos desnudas. 
La corriente del río Abey le rozaba sus puertas y el agua les lamía los pies como chopas de plata a sus hijos.
Su mediagua no era un refugio de verano, era su morada y los niños chapoteaban como anguilas en la orilla.
La gente desde el malecón miraba el gran espectáculo, asegurando que se estaban ahogando en su miseria. Se resbalaban al fondo buscando las puertas de la alcaldía en las aguas achocolatadas o tal vez el litoral del campanario del pueblo.
Cuando bajó un segundo golpe de agua, la casucha se hizo bote y llegó a radio WHOY, en donde flotaban las noticias del nuevo proyecto del alcalde: “La evacuación del barrio Borinquen”.
©Edwin Ferrer 1/12/2009
Edwin, qué triste realidad, tan actual como el sol. Vivimos en Argentina una creciente que inunda parte de la Mesopotamia y bueno los políticos en sus discursos vacíos, proyectan mejoras para el 2030 o el 3000 mientras el agua inunda el caserío y se vuelven anfibios los sueños.
Gracias por recordarme estas miserias de cada día, para que recurra al Creador en el rezo!
Cariños.
Gloria
Edwin: Gracias por traer a mis recuerdos esa imagen desgarradora y en realidad tan presente aun. La desidia y la indolencia, trágicamente justificada con aquello de que “es que les gusta y porque quieren” sigue prevaleciendo penosamente para justificar la desigualdad social y el desprecio en todos los ámbitos de la cadena de responsables. Mientras tanto sigue la fiesta y las iglesias no se vacían, se llena de amanecíos. Te felicito y saludos.