No se percató de la tempestad cuando sembró el desorden y selló su futuro en la zafra. Gastó sus manos para inventar los surcos que luego marcarían su rostro para siempre. Tejió con su mente la pava para protegerse del ardiente sol costero que invadía sus sueños de tener un hogar. Nunca cesó de trabajar al imaginarse formas no logradas, cuando el machete lo turbó y lo dotó de instintos fabulosos.
Los callejones de Lanausse se encargaron de abrirle camino a su imaginación de algún día llegar a ser capataz. Trabajó de sol a sol para que la luna le cantara su gloria. Al llegar el tiempo muerto, la tierra lo acogió cerrando su maleta de sueños para siempre. Logró su sueño después de la muerte, pues yacía bajo el cemento Ponce de todas las urbanizaciones que construyeron sobre los cañaverales. A lo lejos, la Central Aguirre lo velaba desde el horizonte con sus brazos rotos y una gigantesca chimenea que dejó de botar humo para siempre.
Edwin Ferrer 12/04/2009
Un relato desgarrador, que nos habla de la condición del pobre frente a los poderosos. Siempre debemos recordar una de las bienaventuranzas : “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. Lo creo porque el mismo Dios dijo estas palabras pero hay momentos en que me asalta la duda y me lloro todo frente a los que nunca pudieron cumplir un sueño.
Gracias por estas estampas que nos apartan de Hollywood y sus mentiras con final feliz. Aplauso Edwin, con redoblante y todo.
Un cariño.
Gloria
Cuando Dante dice que los centralistas, ante la imposibilidad de extraerle más azúcar a la tierra contaminada por los químicos y el monocultivo (los bajos salarios y la cosa arancelaria, las uniones, etc), por lo que ya no les resultaba rentable el negocio, en verdad quiso decir que les vendieron la tierra a sus colegas los desarrolladores (que son los mismos con otro esquema), que en su inmensa mayoría el capital que extraen de ustedes los que viven allá y directa o indirectamente patrocinan, es, al igual que ayer, capital absentista porque coge la juyilanga, como lo hizo el dineral que se ganaron los centralistas de antaño.
Cuando mi amigo Dante dice que, a la larga, nadie sale ganando en todo lo anteriormente dicho por él y por mí, lo que de verdad, “For real, for real”, como dicen los gringos y los agringolados, quiso decir fue que en todo eso salieron ganando los centralistas, ayer, y están ganando los desarrolladores, hoy. Pero quiso decir todavía más, y yo me uno a la categorización, que el gran perdedor, vamos a decirlo otra vez y con mayúsculas, a ver si se nos queda el mensaje con la precisión (exactitud) que nos exige el análisis: EL GRAN PERDEDOR ES EL PUEBLO.
El Partido Popular Democrático es harina de otro costal. Me pica el deseo de decir algo en su referencia, pero quizá no sea éste el sitio indicado para darle rienda a esa urgencia que me grita “Escribe, carajo, escribe”, ya que los comentarios no son para enhebrar ideas y plantear argumentos, sino para abundar un poco en lo ya dicho, reafirmar lo expresado o debatir el argumento traido a consideración.
Mario Vargas llosa lo dijo con mucha “a literatura es fuego” y Edwin metió las manos en candela y salió sin ninguna quemadura.
Edwin: El Partido Popular Democrático de Luis Muñoz Marín, nació del sufrimiento y del dolor de un Pueblo trabajador oprimido y desvalido. Los picadores de caña analfabetos entendieron el mensaje de justicia social y crearon el Puerto Rico de hoy. Increíblemente nunca pensaron ni pudieron anticipar que en aras del progreso estuvieran creando el Frankestain del desarrollismo que ahora mete miedo por todos los rincones del país y se adelanta a convertir a P.R. en una inmensa Plazoleta de cemento.
Hace un tiempo visite Boston y pude observar lo que fueron las oficinas centrales de la Aguirre Sugar Company, todas en mármol. Allí me imagine la sangre y el sudor de miles de puertorriqueños que ofrendaron sus vidas en el holocausto in bélico que se dio en nuestra isla desde 1898 al 1972, cuando ya la industria de la caña no daba más y le cedieron las tierras a los desarrolladores que insaciables siguen consumiéndolas. Antes fueron los azucareros, hoy las farmacéuticas, los urbanizadores y los burócratas gubernamentales. La chimenea de Aguirre los observa y también los escombros de la Unión Carbide y las cenizas de la gasolinera en Cataño. Nadie sale ganando a la larga. Busca y veras. Te felicito por esa sugestiva reseña.
Muy buen relato Edwin. Describes el bagazo de Abelardo, sueños no realizados. La caña significó riqueza para los dueños y miserias para los obreros.