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Haití duele porque su origen glorioso se convirtió en maltrato de los que se creen omnipotentes. Cuánta infamia cometida contra esta nación hermana caribeña. Los que conocemos su devenir histórico nos dolemos en el alma.
Ahora los causantes de la debacle acuden a ayudarla, pero con mil cámaras digitales, para que se sepa.
El otro mundo, más sinceramente, también ayuda. !Qué bueno!
Después del terremoto, de tantos reportajes e imágenes dolorosas, luego de tanta “bondad” desplegada en telemaratones…Pienso que el poeta no pudo describir mejor la realidad. Haití duele con los ojos cerrados. Dios tenga misericordia de los que por tanto tiempo mantuvimos cerrados no sólo los ojos sino los sentimientos, la voluntad.
Haití duele por todo eso. Y duele por la inmisericordia divina argumentada por mentes distorsionadas plagadas de odios y prejuicios que en medio de la ignorancia tienen el atrevimiento de atribuírselos a Dios.
Haití duele, duele por la injusticia social, por la pobreza, por el hambre, por las dádivas que no deberían ser tales y por esas miradas que nos hablan de un infierno más allá del seísmo, de un Averno cotidiano que ningún país “civilizado” quiere descubrir porque no es conveniente, porque la limosna molesta, porque la ignorancia conviene, porque son de color, porque se lo merecen, (alguien lo dijo), porque no estamos en condiciones, se nos quebraron los bancos, porque no importa si están lejos, porque mejor no verlos…. y un largo etc.
Haití duele como una herida expuesta que si no curamos sabiamente nos aplastará ira de Dios.
Dios nos cubra y nos destape los ojos y el corazón!