Aquella señora fue una muy fuerte de carácter, dominante, trabajadora y prácticamente la jefa del hogar. Siempre luchó por sus hijos con uñas y dientes. Trabajó de sol a sol para echarlos hacia delante y su orgullo eran ellos.
Ella tenía un esposo, uno que siempre le decía que sí, para no llevarle la contraria. Uno que le prometía muchas cosas, pero que siempre la dejaba en la estocada. Uno que no tenía el carácter necesario para imponerse con autoridad y dirigir lo que se tenía que hacer.
La señora fue caminando por la vida con una rabia escondida, ya que su esposo no era lo que quizá ella deseaba. Ese hombre nunca tuvo el valor de mirarla a la cara, porque era un cobarde de carácter y espíritu.
Pasaron los años, y la señora fue perdiendo toda facultad de reconocer que estaba enfermando. No, no, eso ella no podía aceptarlo, ya que ella era siempre la que tenía la razón. Como nunca nadie le llevó la contraria, ella entendía que lo que decía era ley.
Su enfermedad la fue deteriorando, ya no recordaba dónde guardaba las cosas, pensaba que todos estaban en su contra e inclusive le robaban para mortificarla. Realmente, ella no quiso nunca aceptar que su memoria estaba fallando. Comenzó a dejar de comer, a dejar de asearse, a rodearse de animales, porque eran los únicos que podían escucharla y acompañarla; alejó a sus seres queridos porque sintió pánico de que ellos quisieran dirigir su vida.
No, ella no podía aceptar eso. Ella siempre tuvo el control……sí el control….el control de todo lo que le rodeaba…hasta el de su marido. Un marido que ahora continuaba siendo el mismo… un hombre con poco espíritu y poco temple para llevar las riendas de cualquier cosa.
Pobre señora, ya no es ni siquiera la sombra de lo que fue en el pasado. Está muy
delgada, desvalida y con su mente en el pasado. No puede salir de su casa, ya que eso es lo único que puede recordar de su entorno. Ya no es la mujer fuerte que trabajaba y amorosa con sus hijos. Ahora divaga por su hogar, entre excrementos de animales que ni siquiera pueden decirle te amo. Ya un te amo no es importante….realmente nunca pudo serlo. No supo lo que era eso…
Amó tanto pero no recibió nada a cambio. Su amado no la valoró y ahora se aprovecha de que su mente la traiciona. La castiga con su dejadez, la castiga con su abandono, la castiga no cuidándola, la castiga con permitir que no mantenga un aseo adecuado. Verdaderamente, es como si estuviera vengándose de que ella siempre fuera controladora, fuerte y quien dijera siempre la última palabra.
En esta ocasión, él quiere decir la última palabra…..y es que ya no puedes decirme lo que tengo que hacer, ya que tu ni siquiera puedes saber quién eres…
©Mayra Cruz