Un leñero sexagenario que vivía solo en una pocilga salió a caminar por el pueblo y notó que al viejo cuartel militar lo habían convertido en una casa de adopción para animales. Curioso entró al establecimiento donde albergaban perros de todas las razas. Un veterinario le preguntó:
— ¿En que lo puedo ayudar?
—Me siento solo y me gustaría adoptar una mascota. —contestó impacientemente.
Los ladridos de cientos de perros lo estaban volviendo loco. Recorrió los pasillos hasta postrarse frente a una jaula en la que dormitaba un escuálido, maltratado y ensangrentado animal, color rojizo, azul y blanco con una estrella en la frente.
— ¿Por qué no ladras?—le pregunta al can.
Con la mirada afligida y a penas moviendo la cola le contestó:
—Ladré toda mi vida hasta que llegué a casa blanca y allí me cayeron a palos.
— ¡Ya se!—Te adoptaré y te llamaré Libertad.
Esa misma tarde, antes de llegar a su casa, el viejito compró una hamburguesa doble en Burger King y le dio la mitad a su nuevo amigo. Al caer la noche se oyeron ladridos de rabia y agonía. Temprano de madrugada el leñero se tropezó con una figura alargada y tiesa con una estrella apagada botando una espuma blanca parecida a la crema de afeitar.
©Edwin Ferrer
Me recuerda la historia de un ilustre caballero que en busca del bienestar social y encaminado a buscar la libertad de un pueblo se asoció con un poderoso pais, que proclamaba la libertad y el respeto a los derechos del ser humano (Land of the free).Lo demás es historia bien conocida…¡Bravo Edwin!
Pintas una realidad que duele pero a la que nos estamos acostumbrando.
Muy buen llevado el relato y elogiable la denuncia social.
Cariños Edwin,¡un gusto leerte!
Uf, una historia de la historia de las masas. La voz de la conciencia humana trascurre hasta generar una metamorfosis que convierte momentáneamente el relato en fábula. Se amalgaman los personaje hasta confundirse uno con el otro para emerger a su realidad, la de un ente agonizante, envenenado por sustancias impuestas por un sistema extraño a su naturaleza
Pero, pero muy, muy bueno. Una alegria mas que genial. Extraordinario. Fijate, Edwin, en pocos trazos pintas siglos de historia. No solo de historia colonial corroborable en los volumenes que de ella se han escrito, sino en esa historia psicosocial que ha convertido al puertorriqueno, a la mayoria de nosotros, en perros capatos. MUY BUENO, Edwin. De pie, prolongado, con pitos y matracas el APLAUSO.