En un cacharrito* los muchachos se las pasaban quemando gasolina* y de vacilón en vacilón. Era la época de los famosos “discoparties” que se celebraban en todos los barrios y fue en una de esas rondas que Eldin, Perfecto y Juan Gregorio dieron con el brujo de Guamaní.

El brujo tenía espíritu de empresario independiente y vendía sus yerbas clandestinas en donde hubiera un bullicio de gente.

Una noche los muchachos, bajo la protesta de Juan Gregorio, le dieron pon para un “discoparty” en Sabana Llana. Tan pronto se montó en el carro arrojó su fétido aliento sobre el rostro de Eldin, sumiendo al pobre incauto en una flojera febril.

Y pregonó, “Traigo de todo, tengo hojas de cáñamo blandas, gruesas, jugosas, con o sin semillas, remojadas en sambumbia de cizaña y vino de Mariani”. Juan Gregorio, lo miró de reojo y ripostó  “Aléjate espíritu burlón que de tu dengue no queremos nada”.

Para librarse del brujo no entraron al party de Sabana Llana y salieron pitando para El Coco. Cuando llegaron al Coco, el brujo ya estaba allí, y punzándolo con el codo, muy quedo al oído le dijo a Perfecto “Traigo de todo”.

Y sucedió que donde quiera que fueran esa noche, el brujo que no tenía coche, se les adelantaba y aguardaba por ellos para cantar su pregón.

Saliendo de Parcelas Ochenta, cerca del Arenal volvieron a dar con él. Juan Gregorio ya estaba enojado con tanta brujería que quiso ponerle fin al asunto y dijo: “el único que está por doquiera es Cristo, y este loco no es Cristo”. Con ese argumento convenció al Eldin de secuestrar al brujo. Se lo llevaron y lo ataron con gruesas cadenas al tronco de una ceiba allá en la oscura curva de Los Poleos.

Entonces siguieron de ronda y no volvieron a ver al hechicero.

En las quietas horas de la madrugada, los muchachos llegaron a la desierta plaza del pueblo. En unas pocas horas Perfecto tenía que llegar a una decisión y llamar al profesor Carlos Ortiz, el reclutador de la fuerzas armadas.

En eso llegó un coche lujoso con cuatro pasajeros bien acicalaos, con joyas y cadenas de oro; sus caras de angelitos metían más miedo que el cuco. Y en Salinas hacia mucho, mucho frio. Uno de ellos tenía un contrato en la mano y se le acercó a Eldin y le enseño el retrato del brujo.

El teléfono público sonó por mucho rato hasta que Perfecto lo contestó. Al otro lado de la línea, la llamada parecía venir desde más allá, de la ultratumba, y el brujo advirtió.

“Dile a Eldin, que no todo lo que brilla es oro y a Gregorio que levante su espada ante un nuevo enemigo más sofisticado y poderoso que un pobre brujo yerbero. Y tu mijo, piérdete y vete lejos”.

Colgó el teléfono y fue muy tarde,  cuando apenas dio la media vuelta ya Eldín idolatraba al nuevo cartel y Juan Gregorio se había montado en un caballo de un blanco impecable y se fue a predicar.

Solo quedó Perfecto,  y recordando lo que dijo el Zahorí,  llamó a Don Carlos Ortiz con solo una preocupación.  “Hello. ¿Cuando sale el avión?”…

©Roberto López

*Cacharrito: Automóvil compacto viejo

*Quemar gasolina: gastar gasolina