Con sus lamentos y sus silencios palpaba el solemne cascajo esparcido bajo la sombra, donde se repetían sus pasos solitarios. Su eco se tragaba la calle de la ciudad, como si una bestia de asfalto le devorara la vida y no quedara nada desde la noche hasta el día.
— ¿Dónde está su amor?—
— ¿Donde está el sol de sus mañanas?—
— ¿Lo habrá transportado algún navío sobre el agua del mar para jamás volver?—
— ¿Donde están los ecos de los besos que palpitaban cual alas de palomas en torno a su cuello la noche de su boda?—
Solo deseaba una choza para su cuerpo; un apartamento desamueblado para revivir el pasado y borrar cada huella que lo llevó al fracaso. Tal vez cambie mañana: el amor corta sin contemplaciones las cuerdas que lo atan a los errores tejidos con los años.
Por semanas los escombros de su cuerpo estarán como una torre desgastada y un techo perforado por goteras en sus entrañas.
— ¿Quién le cocinará?—
— ¿Quién le lavará la ropa?—
Al momento de ocupar el apartamento, encendió un televisión de trece pulgadas, puso una pizza en el microonda y comenzó a cambiar de canales.
© Edwin Ferrer
El tema es una triste realidad, que yo he tenido que vivir una y otra vez, con mi familia. A veces soslayamos la verdad, y ponemos demaciado énfasis en la vida, olvidando, que seremos parte de esa historia…. Algún día.
JUAN ZAMORA BARAHONA. COSTA RICA.
Triste pero muy bien llevada la narración con la que cualquiera puede sentirse identificado. El desasosiego y sentirse abatido, vencido y derrotado por causa del abandono, con la esperanza de un nuevo comenzar. Muy bueno y pan de todos los dias.
Me encanta esa ironía con la que describes el abandono del otro y la facilidad que tenemos en estos tiempos para cambiar de rumbo sin importarnos el misterio del otro. En el fondo terminamos perdiéndonos a nosotros mismos.
Cariños.