por José Manuel Solá
Cuando me muera (algo que no tengo en agenda para el 2014 y ni siquiera para la próxima década pues quiero durar unos 70 años más, aunque ni yo mismo me soporte) si alguno va a la funeraria a despedirse de mí -aunque algunos lo hicieron hace tiempo- por favor, no vistan ni de negro ni de blanco, ¿para qué? ¿Eso es algo tradicional, es cultura?
Bueno, a mi hay tradiciones que me importan un rábano. Así que agradeceré que vayan -digo, si alguno de ustedes está vivo todavía, cuando eso suceda- deseo y anótenlo para que no se les olvide, vestidos de colores vivos, digamos por ejemplo, con camisas o blusas rojas y amarillas, con flores de colores vivos y hojas verdes (por ejemplo, camisas hawaianas) y hasta sombreros de playa y pantalones bermuda, de ser de su agrado.
¡Y la abuela del que llore! (Difícilmente alguien llore, pero como hay quienes lo hacen por aquello de que eso es lo esperado, ¿ve?) Si alguno llora y es cierta la teoría esa de que el espíritu se queda por ahí unos días jorobando la pita, le saldré de noche con las manos congeladas y lo halaré por las patas… pa’ que se ca….)
Ah, pero tampoco vayan a decir: “…pobrecito… qué desmejorado se veía…” No. Porque entonces, sencillamente, me veré como se supone que me vea: feamente difunto.
Más ná.
jajajaja – ay Dios mio! Que clase “character” es usted, mi caballero!! Gracias por hacerme reir!