por Danilo Cruz Miranda

En el cementerio de Salinas existe un monumento funerario olvidado que da fe de la lucha desigual entre obreros hambrientos de justicia y las poderosas corporaciones extranjeras. Han transcurrido más de dos siglos de historia salinense y es prudente dar constancia de sucesos que enaltecen y dan contenido social al carácter y personalidad de este pueblo.

La historia de Salinas se desarrolla alrededor de una extensa zona agrícola que, a partir de la llegada de las tropas norteamericanas en 1898, hasta pasadas más de la mitad del siglo XX, se dedicó, casi exclusivamente, al cultivo de la caña de azúcar. Por lo tanto, puede decirse que la historia moderna de ese municipio estuvo inmersa en la zona ardiente del cañaveral. Como consecuencia en 1920 el movimiento obrero llegó a la mayoría de edad en la historia del sindicalismo en Salinas.

Este artículo es un bosquejo de ese periodo inicial del siglo XX, y en particular, la huelga agrícola de 1920 así como la trágica jornada obrera en las proximidades al río Niguas a la altura de la colonia Isidora propiedad entonces de la familia Sécola.

El 1898 marcó en comienzo de una transformación económica cuyas consecuencias llegan hasta nuestros días.  Desde entonces los grandes consorcios azucareros desplegaron su dominio por todo Puerto Rico creando un modelo económico desigual, divorciado de justicia social.

Por primera vez en la historia de Puerto Rico se formaba una clase trabajadora amplia que desarrolló intereses definidos. La aparición de esa clase obrera es el punto de arranque de una organización y lucha sindical y política intensa en el país. Una de las primeras páginas heroicas de ese movimiento es la huelga agrícola de 1920.

La existencia de ese proletariado y las penosas condiciones socioeconómicas de principio de siglo propiciaron la formación de un movimiento obrero militante.  Entre los líderes obreros salinenses de esas primeras décadas del siglo pasado cabe mencionar a Francisco Ortiz, Máximo Santiago, Miguel Ten, Eduardo Soto, Jesús Sánchez, Juan Alvarado, Jorge Gautier y Agustín de Jesús. Se menciona de manera espacial a Leopoldo Semidey, que en opinión de don Felipe Suárez, un trabajador de la antigua Central Caribe que, en entrevista realizada a mediados de la década de 1970, expresó que Semidey era reconocido como un indómito luchador comprometido con los derechos de los obreros.

Entre los objetivos de aquel liderato obrero se pueden señalar los siguientes:  acabar con el agrego, abolir los salarios de miseria, reducir la jornada de trabajo, terminar con los atropellos de Aguirre Sugar Co., la cual por intermedio de capataces y mayordomos ultrajaba a diario la dignidad de los obreros; y poner fin a la injusta explotación de que eran víctimas.

La huelga agrícola de 1920 reclamo de los trabajadores grandes sacrificios, inclusive vidas. La mañana del 18 de febrero de 1920, aproximadamente a las 9:00. Al final de la calle Monserrate, pasado el río Niguas se desató un incidente desafortunado entre policías y trabajadores que concluyó en tragedia. Dos obreros desarmados que defendían junto a sus compañeros el derecho a la huelga resultaron asesinados por la policía.

Pedro Márquez y Francisco Santiago, dos obreros del cañaveral se convirtieron en los primeros mártires de la lucha sindical.  Según informa el boletín Unión Obrera, fueron ultimados por Francisco Franceschi y Francisco Vélez, jefe y cabo de la policía de Salinas respectivamente.

La huelga de 1920 adquirió enormes proporciones. En todo el país ocurrían combativas manifestaciones en las centrales azucareras, y el gobierno aliado del capital, desató la represión contra los obreros en huelga.  Para reprimir a los huelguistas y proteger a los rompehuelgas se envió a la fuerza de choque de la policía, conocida entonces como “la jaula de los leones”; efectivos paramilitares que invadían los cañaverales con camiones abiertos llenos de policías. De esa manera reprimían el movimiento sindical en huelga y les aseguraban a los colonos y centralistas la tranquilidad y el poder para retardar el conflicto obrero-patronal en perjuicio de los trabajadores, ahogados en la miseria y el hambre.

El día de los sucesos en el Río Niguas fueron encarcelado injustamente veinticinco obreros.  Los locales de la Federación Libre de Trabajadores y del Partido Socialista fueron igualmente intervenidos sin ninguna justificación legal. A pesar de la represión policiaca, el pueblo, indignado por los asesinatos y atropellos, se lanzo a las calles para evidenciar su repudio y manifestar su total apoyo a la causa obrera. Aunque la protesta popular no evitó que los crímenes del gobierno quedaran impunes perdura como ejemplo de indignación, sentido humano y solidaridad ante el asesinato y la injusticia.

En el cementerio de Salinas se levanta un monumento funerario olvidado que da fe de la lucha desigual entre obreros hambriento de justicia y las poderosas corporaciones extranjeras. Esa tumba, abandonada a los estragos del tiempo, y los carcomidos periódicos de la época, son testimonios, junto con los descendientes de los obreros que vivieron los hechos, de la veracidad e importancia histórica de la Huelga Agrícola de 1920. Dan constante testimonio de un periodo escrito con sangre y lágrimas; pero con coraje y del valor de un pueblo que supo indignarse ante la injusticia.

©© Danilo Cruz Miranda. El autor es un salinense radicado en el área metropolitana vinculado al movimiento sindical de Puerto Rico.

Foto de Edwin Ferrer