INT. CALABOZO, DÍA.
SOBREIMPUESTO: 1950
Se escucha la voz tenue de un hombre. Un hombre negro con rasgos
de descendencia africana, de baja estatura pero con ojos que
destellan fuego. Le conocen como Don Pedro, pero le llaman el
Maestro.
Se pasea dentro de una diminuta celda de una vieja prisión
antillana. Erguida su figura destellante de nacionalidad
puertorriqueña, da cinco pasos al frente. Y en voz baja, casi
imperceptible, cuenta sus pasos.
Don Pedro
Uno… dos… tres… cuatro… cinco…
Arrastra sus pies y vuelve hacia atrás. Respira profundo y
cuenta sus pasos.
Don Pedro
Uno… Dos… Tres… Cuatro… Cinco…
Separado de los demás prisioneros, vestido de harapos y sus pies
delcanzos, camina y da cinco pasos al frente.
Don Pedro
Uno… dos… tres… cuatro… cinco…
Y cinco pasos de vuelta.
Don Pedro
Uno… Dos… Tres… Cuatro… Cinco…
Un fuerte olor a orín y excremento permean dentro de la celda. Y
con una toalla sucia, rota y desteñida, ahuyenta las moscas y
mosquitos que vuelan alrededor de su cabeza. Y… mientras camina,
cuenta sus pasos.
Don Pedro
Uno… Dos… Tres… Cuatro… Cinco…
Las ratas y sabandijas extrañas le acompañan en una galería de
menos de veinte pies cuadrados. Se deslizan entre sus pies pero
aún se escucha su voz tenue, como un suspiro mientras da cinco
pasos al frente…
Don Pedro
Uno… Dos… Tres… Cuatro… Cinco…
Y regresa con cinco pasos de vuelta.
Don Pedro
Uno… dos… tres… cuatro… cinco…
Es un cadáver viviente con toallas mojadas sobre su cabeza. Sus
piernas negras con quemaduras de radiación y sus encías supuran
sangre. Mas él camina… dando cinco pasos al frente…
Don Pedro
Uno… Dos… Tres… Cuatro… Cinco…
Y cinco pasos hacia atrás… en busca de un pueblo.
Don Pedro
Uno… Dos… Tres… Cuatro… Cinco…
De repente abre su boca y por amor a su Patria, sus palabras
retumban en la oscuridad de la celda.
Don Pedro
“El valor es la suprema virtud del hombre, y
se cultiva como se cultiva toda virtud,
y se puede perder como se pierde toda virtud.
El valor en el individuo es un supremo bien.
De nada vale al hombre estar lleno de sabiduría
y de vitalidad física si le falta el valor.”
(Pedro Albizu Campos)
Escrito por María del Carmen Guzmán Rodríguez