Cuanto más oscura es la noche más brilla su fe. La guarda en un cofre esperando en silencio el beso glauco de tu mirada, la miel de tu vida, la comunión de almas en un soplo de amor.
Silencio… No la despiertes. Déjala hurgar el sueño en tu almohada. Hilvanar su espera con hebras de luz por las ramas del árbol que cobija tu recuerdo. Arrullada por el río Guamaní que le canta su nana, al calor del nido rodeada de verdores entre las guásimas. Aguardando la danza de tu risa, el areyto en el batey. ¿Escuchas los tambores? Latidos dolientes que desaparecen al vuelo de su plegaria y convierten el rocío en un gemido perdido en tu árido verano.
Alcánzala, aquí está. Preparando el elixir que te embriaga y enreda en pasión demente. Lo ofreció a Santa Marta Dominadora: un mechón de tus cabellos, un calcetín, tres algodones con su perfume y su prenda interior. Preparó un paquetito con tu nombre y el de ella, lo encendió en llamas. Las cenizas del ritual se las llevó el río en carrera descendente hasta llegar al destino final. Yemayá, diosa del mar y de la luna, clamando al guerrero Obatalá, dios de la tierra. Yerbas con lumbre para el camino. Canela, azúcar morena y tres gardenias en un jarro para la buena suerte. Tabaco cubano para ahuyentar lo malo.
Ahora búscala, es el fuego que arde en tu vientre, el tacto que te alivia, el roce que te eleva en lujuria. Allí te espera, en el hechizo de una noche bordada en diamantes, amarrada al embrujo de tus ojos machos, con la poesía de sus movimientos elegantes y sinuosos como la vuelta de la culebra. Por las calles derechas se abanica la nobleza en el garbo de la ciudad que es hembra, mulata y maja. Sellado el conjuro con perfume de malagueta. Guayama te espera, ella bajo tu piel, tú preso de su cadencia y sandungueo. En éxtasis etéreo fatigados de placer con sólo pensarse juntos. A la verdegue, a la verdegue mi mamá no quiere que yo vaya a la verdegue…
Allá por la verdegue… Dicen que la hija del hacendado se fue con el peón. En la Central Machete recuerdos del placer melao. Sudor y lágrimas del obrero soñador. Tú como Quijote ante el Molino, al rescate de la que sueña contigo, tu ciudad bruja del Guamaní. ¡Aché para tí hermano!
© Marinín Torregrosa Sánchez
Foto de Héctor Meléndez
Muy bueno Marinín,describes una idiosincrasia de nuestros pueblos única. Recuerdo cuando bailaban bomba en los jardines de la plaza y nunca faltaba a la verdegue. Guayama sabe a tuntún de pasa y grifería. Este relato poético es digno de preservar como un buen compueblano del guamani. Aplauso de pie. Ed.