Desde tiempos inmemoriales el baile ha estado presente en todas las culturas humanas.  Quizás se originó como una forma de adorar, pedir favores o dar gracias a la deidad, ya fuera por miedo a los eventos naturales o en agradecimiento a una buena caza o cosecha.  En muchas sociedades primitivas era un rito de iniciación de los jóvenes para el emparejamiento o previo a los placeres sexuales.

Con el avance de la civilización el baile se convirtió en una diversión y en un arte, sin embargo, nunca se ha desprendido de sus ingredientes sexuales.  Era y es la excusa para abrazar y acercarse corporalmente a la pareja sin que exista una condena social por tal acto, al menos en las esferas de la sociedad civil. El baile ha sido condenado y aceptado en diferentes épocas. Lo que fue un baile condenado con el correr del tiempo fue aceptado. Tal situación se repite en la actualidad.

En Puerto Rico se bailaba antes y después de la conquista española.  Los indios bailaban en sus areitos. Los españoles y los africanos, con sus músicas y ritmos, insuflaron en los criollos ese gusto por bailar.  La alta sociedad criolla bailaba en los salones elegantes y el pueblo en los salones más modestos, los bateyes y hasta en sus casas. Con el advenimiento de las urbanizaciones los jóvenes de los años 1970 y 1980 bailaban en las marquesinas.

En el pasado el pueblo de Salinas siempre se distinguió por sus actividades bailables.  El baile más esperado y famoso era el del Sábado de Gloria.  Esto era así porque durante la cuaresma y la Semana Santa que le precedían, los católicos, que formaban la inmensa mayoría del pueblo cristiano, como parte del sacrificio cuaresmal se abstenían de bailar.  En ese momento histórico la Iglesia ejercía una gran autoridad espiritual y se le respetaba.

En los años de mil novecientos cuarenta, cincuenta y principio de los sesenta durante la celebración de las Fiestas patronales en honor de la Virgen de la Monserrate, se bailaba en el redondel de la plaza Las Delicias de Salinas. El redondel era un área extensa en el centro de la plaza que desgraciadamente se eliminó con la remodelación que se hizo para los años 1986 al 1990.

Los bailes en la plaza eran muy concurridos.  Muchas veces amenizaban la actividad bailable dos orquestas.  Recuerdo que para finales de los años cuarenta el redondel se forraba con ramas de palmas de coco para darles privacidad a los bailadores y se cobraba para entrar.  Esa práctica se abandonó, así como la del cobro por la entrada.

En la plaza bailaba tanto la flor y nata del pueblo como las clases sociales más bajas.  Las mujeres iban vestidas con sus mejores galas y los hombres de gabán y corbata. Siempre recuerdo los comentarios de admiración hacia las personas pudientes que bailaban en la plaza.

Durante las fiestas se separaba un día para el baile de niños y otro para el baile de bomba[1].  Para el baile de niños los orgullosos padres hacían lo indecible por vestir a sus hijos con las mejores galas. Había premios para  los mejore bailadores.  Mis hermanos Dante y Amilcar (Koko) se destacaban en esos bailes. Desgraciadamente, ambas costumbres se perdieron con el tiempo.

La primera vez que trasnoché fue durante un baile en la plaza.  Esa vez, estaba embelesado escuchando nada menos que a Mingo y su Whoopee Kids, una de las orquestas más renombradas de Puerto Rico de aquellos tiempos.  La cantante era Ruth Fernández, el alma de Puerto Rico hecha canción, la negra de Ponce como ella misma se autoproclamaba. Al no llegar a mi casa a la hora acostumbrada, después de una búsqueda intensa, mi madre avisó a la Policía.  Yo, extasiado, estaba sentado en la baranda de la parte posterior de la tarima, al lado del que tocaba contrabajo.

El barrio El Coquí también celebraba y aún celebra sus Fiestas Patronales en honor a la Virgen del Perpetuo Socorro y como parte de las festividades, se celebraban bailes en su plaza de recreo. Las primeras Fiestas Patronales del barrio se celebraron en los años treinta, según se indica en el Programa de la Fiestas Patronales del 2002. El Comité Organizador de dichas fiestas estaba compuesto por Julio Famanía, Francisco (Sondico) Clausell, Valentín Rivera, Pancho Peligro, Cristino Figueroa, Florencio Barbosa, Geño David y Guillito Clausell.  Fiestas como esas aún se celebran en honor al Sagrado Corazón de Jesús.

En los años cincuenta operaba todavía el más famoso de los lugares de bailes de Salinas, el “Under The Trees”.  Estaba localizado en el sector Los Poleos, frente a la entrada de lo que hoy es el Cementerio Municipal Pablo (Wico) López. Su nombre se derivaba de tres inmensos árboles que cobijaban la pista de baile principal. En el solar había una casona de madera sobre columnas cuyos bajos también servían de pista de baile.

Tenía una tarima de cemento localizada al este de la pista de baile principal.  Había mesas de cemento con bancos también de cemento dispersas estratégicamente por todo el local. El bar estaba en los bajos de la casona, ubicado de tal manera que se podía atender tantos a los que estaban dentro del local de baile como a los que estaban afuera. También había una barra al costado norte de la tarima.

La Orquesta de Cesar Concepción, la más famosa de la época, era contratada frecuentemente para amenizar los bailes del Under The Trees. El salinense Héctor M. Hernández, compositor de la emblemática plena Pa’ Salinas, se inspiró en los bailes que se celebran en la plaza y en el Under The Trees para decir, refiriéndose a su pueblo, “sus bailes son de lo mejor, orquestas buenas allí van desde la plena hasta el danzón todo se baila a perfección.”

Recuerdo una vez que nuestra madre, Tilita Sosa, nos llevó a Dante y a mí a uno de esos bailes con Cesar Concepción. El cantante era Joe Valle, para muchos el mejor bolerista que ha dado de Puerto Rico. Yo tendría unos diez años. Residíamos para ese entonces en el Caserío Francisco Modesto Cintrón. Estábamos acompañados de Cruz Ortiz (Cheche) y su esposa Vicenta Dávila, Ángel, El Jorobao, que era barbero en la Barbería de Tomás y otras personas a las que no recuerdo. Nos sentamos en la mesa del extremo suroeste del local. Por allí pasaba un canal de riego y había una verja de alambre.  Lo más que recuerdo de esa noche, además de la música, fue que minutos antes de comenzar el baile aparecieron por allí unos cuatro muchachos gabán en mano y se colaron por debajo de la verja. Cheche les dijo que se sentaran con él un rato para que no sospecharan de ellos. Entre los muchachos estaba Joaquín ( King) Espada , Pichi Caguí y creo que Chijo.

Otro lugar de baile importante para esa época era El Patio cuya dueña era Cruz Álvarez, madrina de mi hermano Dante.  El Patio estaba localizado  en la antigua calle Unión en donde hoy se levanta la terminal de carros públicos. Al igual que el Under The Trees era un lugar extenso. Tenía dos pistas de baile separadas por la tarima de la orquesta.  Frente a la tarima había un  espacio al aire libre y luego un lugar techado. Frondosos árboles de mangós señoreaban el solar, al oeste del cual se hallaba la casa de Cruz Álvarez. La barra estaba a la entrada, y al igual que la del Under The Trees, tenía un mostrador para atender a los que se quedaban afuera.

Lo más que recuerdo de El Patio eran las peleas que se formaban entre los soldados extranjeros que entrenaban en el hoy Campamento Santiago y los muchachos de Salinas. Las sillas y las botellas volaban por los aires. También pude disfrutar del piquito[2] con pan que servían por un precio módico al concluir el baile.

Con el correr del tiempo El Patio adquirió mala fama y fue extinguiéndose como lugar de baile. Más adelante, por la influencia de Dante, fue el local del Partido Popular en Salinas.  Posteriormente, el municipio adquirió el terreno y construyó la terminal de carros públicos del pueblo.

El Bocamar era un salón de baile localizado en la Carretera Uno, más allá de la comunidad Las Ochenta y poco antes del límite de Salinas con Santa Isabel. Antes de llamarse El Bocamar se le conocía como El Palm Beach, por las muchas palmas de coco que había en el lugar y por la playa para bañarse.  El lugar, además del salón de baile, tenía unas cabañas a los largo de la playa utilizadas por los recién casados para pasar su luna de miel y alquiladas para pasar fines de semana. En fin el Bocamar era un sitio ideal para veranear.

En los días de verano la playa se llenaba de bañistas, especialmente los domingos. Contiguos a la pared este del salón de baile habían unos vestidores rústicos que se alquilaban por veinticinco centavos. Allí la gente que podían pagar se cambiaba y guardaba la ropa mientras se bañaban en el mar.  En una ocasión, desconozco cómo, José Tomás Vázquez, apodado Q, sustrajo una llave de uno de los vestidores y todos los que estábamos con él nos aprovechamos y utilizamos el vestidor. Vimos el cielo abierto, no tendríamos que velar la ropa. Pero dio la mala pata que nos descubrieron y le quitaron la llave a Q.  Nos amenazaron con llamar a la policía. El problema era que nuestra ropa estaba dentro del vestidor. Aprovechando que el encargado de los vestidores fue a buscar a Guillo Colón, que en ese entonces era el dueño del Bocamar, Q metió la mano por debajo del vestidor tumbó un banco donde estaba la ropa y la sacó por ese hueco.  Cuando vino Guillo no había ropa dentro del vestidor ni acusados.

La pista de baile de El Bocamar estaba techada.  También tenía una terraza sin techo que daba hacia el mar. La barra estaba al oeste del salón y detrás de ella la cocina y el almacén.

El lugar favorito de los estudiantes de la Escuela Superior de Salinas para celebrar los últimos días de clase era El Bocamar. La grey estudiantil se daba cita en ese lugar para bailar y disfrutar el fin de clases. La entrada era gratis y se bailaba con música de vellonera a razón de cinco centavos por disco. Muchos noviazgos que terminaron en matrimonios se forjaron al calor del Bocamar en esos fines de clases.  Las parejas de enamorados salían del salón de baile a disfrutar del amor debajo de las palmas. ¡De cuántos apasionados besos y juramentos de amor fueron mudos testigos esos cocoteros!

Los domingos por la tarde se bailaba en le Bocamar al son de vellonera o se organizaban Te Danzantes. Si el baile era con vellonera la entrada era gratis. Los bailes formales generalmente eran los sábados por la noche. A esos bailes los hombres tenían que ir de gabán y corbata.  Las mujeres siempre iban elegantemente vestidas.

Otro lugar famoso para bailar en Salina era La Concha.  Estaba localizado poco antes del Bocamar, yendo de Salinas hacia Santa Isabel.  Su dueño era don Frank Rexach. Don Frank, con su figura frágil pero señorial, imponía gran respeto en el lugar. A pesar de su seriedad era un tipo agradable y le gustaba tertuliar con los parroquianos. Nunca lo vi sirviendo un trago ni recogiendo una mesa. Se sentaba en un sillón a la entrada del negocio para ver pasar a todo el que entraba.  Algunas veces me senté a su lado a conversar. Al igual que el Bocamar, este lugar de baile era completamente techado y colindaba con la playa.  La barra estaba a la entrada del negocio, en la parte este, fuera del área de baile.

La Concha se consideraba un sitio distinguido. Era el lugar preferido por las parejas de enamorados que querían pasar una velada tranquila.  Cuando no había bailes amenizados con orquesta se bailaba al son de vellonera. Los viernes y los sábados por la noche el lugar se llenaba. Los muchachos que no tenían pareja bailaban con las chaperonas.  Los novios veían el cielo abierto cuando se acercaba alguien a la mesa para bailar con la chaperona.  Muchas veces invitaban al galanteador a compartir la mesa. Era una forma de desembarazarse de la chaperona y de compartir gastos. Todo esto había que hacerlo con seriedad porque si no, allí estaba don Frank para imponer el orden y el respeto.

Cuando El Patio se desacreditó como lugar de baile surgió La Guagüita de Julín Jiménez y su esposa, la profesora de economía doméstica Ernestina Santos. Julín era un hombre de pueblo, simpático, alegre, bonachón y amigo de todos. Era el bohemio más exquisito de Salinas. Cantaba, declamaba, contaba historias, hacía chistes, decía embustes y entretenía a todos a su alrededor.

La Guagüita estaba localizada al final de la antigua calle Unión, en la salida hacia Guayama. Julín, luego de reconstruirla, pretendió que se llamara Villa Paraíso, pero el pueblo jamás dejo de llamarla La Guagüita y  así se quedó.

El nombre de la Guagüita surgió porque Julín convirtió en barra una guagua de pasajeros en desuso que había sido de Pedro (Tocayo) Ortiz Bericochea. El resto del lugar de baile era el patio de la casa de Julín. Tocayo fue esposo de la profesora Josefina Modesto y padre del farmacéutico Freddy Ortiz Modesto.

En sus inicios la pista de baile era al aire libre y tenía una especie de plazoleta sobre el nivel de la pista.  La guagua que servía de barra estaba localizada en el costado norte del negocio, dispuesta de cierta forma, que se podía también servir bebidas a los parroquianos que no entraban al local.

En La Guagüita se dieron muchos y buenos bailes, tanto con orquestas renombradas como con vellonera. Los Te Danzantes se celebraban los domingos por la tarde hasta la nueve de la noche.

Cuando El Combo de Cortijo estaba en la cumbre de su fama amenizaba bailes en La Guagüita con mucha frecuencia. Sus bailes eran tan exitosos que muchas veces su paga era solamente el monto obtenido en la taquilla. Una anécdota curiosa ocurrió en un baile amenizado por Cortijo y su Combo.  Era época de zafra. Ismael Rivera, El Sonero Mayor, estaba cantando la plena Quítate de la Vía Perico. Cuando estaba cantando la estrofa que dice: “quítate de la vía Perico que ahí viene el tren”, en ese mismo instante sonó el pito de la máquina. La Guagüita se quería caer con las risas y la alegría de la gente.

Genaro (Ñare) Forestier y su Combo Latino, con sus  cantantes Adolfo (Golfo) Porrata y Judith Negrón, también amenizaron innumerables bailes en La Guagüita. Ñare tocaba las congas. Golfo no se sabía ninguna canción de memoria y dependía de unas tarjetas donde tenía escritas las letras de las canciones. El director musical del combo era el saxofonista Luis Lorenzi quien posteriormente fue su director en propiedad. Otros integrantes del combo eran Jesús Xiomaro Lorenzi que tocaba saxofón, Raúl Lasalle, contrabajo, Planadeball, guitarra,  Barceló, batería y Armando Guzmán, tres.

En una ocasión Julín le arrendó La Guagüita a Pablo (Wico) López. El propio Julín contaba que en medio de un baile, creo que amenizaba Cortijo y su Combo, Wico recogió sus bártulos y se escapó hacia Nueva York dejando a todo el mundo enredado. Esa noche nadie cobró

Quizás por las quejas de los vecinos Julín techó y encerró La Guagüita en cuatro paredes. Ahí comenzó el declinar de este famoso lugar de baile. El calor era insoportable y además se redujo el espacio del local. Finalmente La Guagüita cerró sus puertas y con ello se cerró un lugar más de diversión sana en el pueblo de Salinas.

El Club Panamericano (SUA) en Aguirre era otro lugar de baile en Salinas. Este club era y aún es una institución privada. Lo alquilaban por un precio módico para celebrar bailes, bodas, cumpleaños y otras actividades.

Para el año 1959, el Club Los Happy Boys, al cual yo pertenecía, organizó un Te Danzante en el SUA. Alquilamos el local por $75.00 y cobramos medio dólar por la entrada. El baile era con vellonera.

Para ese tiempo se estaba firmando en Aguirre una película llamada Machete la cual pasó sin pena ni gloria.  A eso de las siete de la noche entró al baile, sin pagar y a lo macho, el actor Lee Van Cleef.  Todavía no era una estrella como lo fue después haciendo los llamados spaghetti western. Llegó borracho y en una actitud desafiante, Nosotros éramos jóvenes y el hombre bien alto y fuerte. No pudimos hacer nada. Lo calmó alguien que lo acompañaba. Después del tumulto inicial pudimos continuar la actividad.

Durante los años los años de 1957 al 1960 había dos terrazas de baile en el barrio La Plena   y otra en Las Palmas. Estas terrazas eran salones de baile rústicos techados. Los bailes eran con vellonera y mayormente se celebraban los sábados y los domingos por la tarde. La entrada era libre. Las jóvenes de estos barrios se tenían por las más hermosas de Salinas. Algunos jóvenes del pueblo asistían a esos bailes. Los muchachos de esos barrios los miraban con recelo y en algunas ocasiones se formaban trifulcas. Si primero se hacía amistad con ellos no se tenían problemas.

El Club Salinas, fundado en 1962, como una organización cívica deportiva, tuvo su primera sede en la casona Mattei que existía en la calle Monserrate esquina Baldorioty. Allí estaba ubicado también el billar de Abelardo. Al cabo de los años el Club construyó unas facilidades en la calle que conduce hacia La Playa.  Esas facilidades en la actualidad se usan como salón de bailes, pero en actividades privadas, tales como bodas y cumpleaños.  En algunas ocasiones se utilizó para homenajear a los Salinenses Ausentes como parte de las festividades de las Fiestas Patronales.

El Club San Juan, propiedad de Juan Pablo Colón, se estableció en los altos de la Mueblería San Juan. Era un lugar pequeño con una pista de baile central y mesas alrededor.  Antes de cerrase Juan Pablo lo alquilaba durante los diez días que duraban las Fiesta Patronales. Mayormente se bailaba con vellonera.

Luego que la Guagüita cerró sus puertas como salón de baile surgió Villa Colorado.  Sus dueños eran Rubén Fraticelli y su esposa Lucita Colorado. Anteriormente fueron dueños de Salinas Marine, en la playa de Salinas. En ese lugar, además de marina para embarcaciones había un bar y pequeño restaurante.  Se bailaba los fines de semana en un tablado que había debajo de unos mangles.  Era un lugar paradisíaco, romántico íntimo y propio para  enamorados.

Para llegar a Villa Colorado se cruzaba el río Abey por Caño Verde. Este negocio combinaba el baile con un pequeño hotel, piscina, restaurante y otras diversiones. El mayor obstáculo era que cuando crecía el río se afectaban las actividades en el lugar. Rubén construyó un puente para evitar esta situación, pero siempre que el río Abey se enfurecía arrastraba el puente y Rubén tenía que construir otro. Esta situación parece que influyó para que Rubén y Lucita abandonaran el negocio. Así comenzó la decadencia de Villa Colorado como salón de baile. Villa Colorado fue sede muchas veces de la fiesta de los Salinenses Ausentes.

Más recientemente Junior Lefevre estableció el salón de baile El Abey conjuntamente con un motel del mismo nombre. Después de administrarlo por muchos años lo vendió. El local está en la carretera número 3 que conduce de Salinas hacia Guayama, antes de llegar al barrio El Coquí. Frecuentemente se realizan bailes con más de una orquesta en dicho lugar y mayormente acude gente madura.

Otros dos lugares en donde se celebraron bailes informales, aunque no por mucho tiempo fueron Villa María y el Fogón. Villa María estaba localizada al lado de la hoy Escuela Superior Urbana y en el Fogón en el sector Los Poleos.  El Fogón es famoso por su lechón asado y otros antojitos boricuas.

Tenemos que preguntarnos por qué han desaparecido los lugares de baile en Salinas. ¿Serán los altos costos para contratar buenas orquestas, el aumento de la criminalidad o el cambio del modo de ser y actuar la juventud?  Muchos jóvenes en la actualidad sueles pararse frente a una tarima a oír una orquesta o agrupación más que a bailar. Antes el bailar era una oportunidad,  quizás la única, de abrazar a la novia o cualquier otra mujer sin que hubiera objeción de parte de la sociedad. El baile era una actividad sancionada socialmente. Hoy los jóvenes hacen eso y muchas otras cosas sin necesidad del baile.

©Edelmiro J. Rodríguez Sosa, 29 de abril de 2010


[1] Baile de origen africano con música de tambores.

[2] Entrañas de cerdo guisadas a la que le añadía pique y especies.